Vivimos tanto tiempo quejándonos por cosas que no tenemos o por cosas mínimas cuando hay gente que vive mucho peor. Y no quiero decir que haya que minimizar los problemas, sino abrir la cabeza, mirar alrededor y ser más conscientes. No mirar para otro lado, no encerrarse en uno mismo, poder mirar más allá. Es inexplicable la impotencia que me genera ver gente viviendo tan indignamente, sin nada, y que encima está acostumbrada a esto porque es su realidad, porque fue siempre así, porque hay un sistema que los marginó y los margina cada vez más, y se jacta de hacer algo por ellos, cuando en realidad los que más pueden hacerlo, no hacen nada.
No es necesario hacer grandes cosas para generar un cambio. El gran cambio llega de las pequeñas acciones. Y si todos lo hiciéramos, llegaría mucho más rápido. No hace falta tener mucho para poder ayudar; alcanza con voluntad, con ganas, con la convicción de que se puede lograr algo mejor, y con amor y solidaridad con el otro. Se puede empezar desde dejar de mirar a un costado cuando vemos a alguien que vive en la calle hasta intentar abrir la cabeza a otros que no ven la realidad como es; se puede empezar con miles de acciones que, si todos los que se quejan de cómo están las cosas empezaran a hacer algo, esto que hoy vivimos se podría revertir mucho más rápido.
No nos acostumbremos a tanta injusticia como quieren que hagamos, no lo normalicemos como quieren imponerlo, rompamos ese paradigma.
Me preguntaron cuál es mi revolución, y yo creo que la revolución no es lo que muchos piensan o nos quieren hacer pensar. La revolución no es sangre, no es violencia, no es guerra. De ninguna forma se puede llegar a la paz mediante el uso de armas. El amor es la mejor forma de revolución. Las ganas de querer un mundo mejor son la revolución, y el hacer algo por ello.
Mi revolución empieza en mi cabeza, cuando logro ser consciente de la realidad y de que las injusticias que me rodean algún día pueden tener un fin. Empieza desde cosas tan simples como no tirar un papel en la calle hasta compartir tiempo y ayudar a personas que no tienen mis mismas posibilidades y hacerles saber que no están solos, que hay gente que quiere ayudarlos y motivarlos a salir adelante, a luchar por sus derechos, por su dignidad.
Mi revolución es intentar que otros la empiecen también, despertar consciencias y transmitir ganas, lograr que algún día seamos millones en todo el mundo.
Mi revolución es salir de lo impuesto, es lograr de a poco que la revolución sea un mismo grito.
Mi revolución es el arte, lo más puro que tenemos, la mejor forma de llegar hasta el alma de otros. El arte es la utopía que me impulsa a seguir caminando, luchando por lo imposible.
Y sé que es muy difícil, sé que es difícil terminar con la injusticia, con la pobreza, la desigualdad. Sé que quizás nunca pase, pero mientras exista una mínima posibilidad, una esperanza, no me voy a rendir. Podrán decirme que soy una soñadora, pero no soy la única. Somos miles, y cada vez somos más. Y no padezco esto, lo disfruto, porque sé que hay muchos al lado mío que quieren lo mismo, y sé que las risas y la alegría cambian al mundo, no el sufrimiento. Porque la revolución se gana con eso, se gana con amor, y transmitiéndolo a otros. Esa es la única manera de lograr un mundo mejor: terminando con las desigualdades y los prejuicios, abrazando con ganas y sin miedo, regalando sonrisas y motivando, ayudando, ser todos juntos un mismo cuerpo que lucha por la igualdad y la libertad, sintiendo las injusticias a otros y luchando por un mismo objetivo, juntos, de la mano.
Esa es la revolución: dar la vida por la vida que queremos vivir, es romper paradigmas.
Y algún día, mi estrella más que nunca va a brillar por haberlo logrado.
@Incredulas - 11/07/15
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