lunes, 5 de febrero de 2018

Buscame

En otro momento de mi vida hubiese hecho cualquier cosa por verlo o por estar aunque sea una hora juntos. Me quería tan poco y me subestimaba tanto que me chupaba un huevo tener que mentir o tener que dejar el estudio para más tarde, por ejemplo. Dejaba todo por un poco de amor porque, justamente, era lo que me faltaba a mí conmigo misma: amor propio.
En cambio hace un tiempo, pero no hace mucho, empecé a quererme y a valorarme como mujer y como persona; si algo no se puede, no se puede y listo, basta de forzar las cosas para que se den.
Ya no soy capaz (ni quiero ser capaz) de cambiar todo mi día, toda mi rutina, de pelearme con todo el mundo, solo por un poco de cariño. Porque ahora tengo el mío y con eso me alcanza. Quizá suene cursi, dramático o como quieras llamarlo, pero es así: cuando empezás a quererte no necesitás más amor que ese. Ojo, tal vez sí, pero ninguno va a ser más importante que el amor propio.
Si te querés, te quieren. Si te valorás, te valoran.
Y mirá que me costó entenderlo, eh, pero mejor tarde que nunca, dicen.
No quiero mover más cielo y tierra por un par de besos, y me muero de ganas de hacerlo (¿para qué mentir?), pero después me acuerdo de lo mucho que ya me esforcé por alguien y de lo mucho que valgo y se me van las ganas. Ahora sé que soy capaz de decir que no aunque me cueste, y esto va para vos: ¡si tenés ganas de verme, poné tu parte y demostrá!
Porque aunque no seamos nada, una relación tenemos... y eso se construye de a dos.