miércoles, 13 de febrero de 2019

Encontrando mi ser

En el verano del 2017 fui a  Monte Hermoso por primera vez.
Ese verano fue un caos interno. Mis sensaciones, sentimientos e ideas subían y bajaban. Se chocaban, se gritaban, se peleaban y se amigaban dentro mío. 
El 2016 había sido un año lleno de logros personales, crecimiento y muchas (muchas) peleas conmigo para ser un poco lo que soy hoy.
Estábamos paseando en el centro de la ciudad con mi mamá y una señora nos dio un folleto que tenía una lista de conciertos y shows que se iban a dar durante esa semana. A mí no me importaba mucho nada, ya que las vacaciones familiares no estaban siendo las mejores y me quería volver. Mi mamá, en cambio, miraba el folleto con muchísimo entusiasmo: 
- Mirá, está Karina.- dijo en tono burlón, y yo no entendí la burla. En ese momento prefería estar viendo a Karina y no dando vueltas sin encontrar un lugar para comer. 
La miré y me enseñó el folleto. Abajo del show de Karina estaba un show de Stand Up, no me interesaba mucho pero observé quienes lo darían: “Rayuela” se llamaba, y una de las artistas era una piba que seguía en Instagram y me hacía reír bastante. Decidí ir.
Llegué al teatro y no había tanta gente, el show pasaba y yo me reía de a ratos, pensaba de a ratos, me angustiaba de a ratos. Al principio pensé que era porque tenía a mi mamá mirándome con cara de “por que me trajiste acá, con esta piba que hace chistes diciendo la palabra pija”. Después pensé que era un poco decepción, porque ella no era lo que esperaba. Pero al final me di cuenta que no, no era mi mama, no eran ellos. Era yo. 
Hacía mas de un año estaba en una relación de mierda, estructurada, dolorosa. No quería verlo, no quería sentirlo pero sí, estaba ahí. Tenía en mis ojos, en mi mente y en mi corazón, la tristeza de saber que todo eso se iba a terminar tarde o temprano. Y mejor que fuera temprano, porque si todo esto lo detectaba en un show de stand up, claramente había tocado fondo. 
Seguían pasando los chistes y yo no me reía, tampoco lloraba. Sólo miraba a los artistas y asentía con la cabeza, quería que pareciera que los estaba escuchando y en realidad no me podía escuchar ni a mí misma. En un momento hicieron un chiste sobre las personas que iban a ver stand up y estaban serias y perdidas. Me sentí tan identificada que empecé a sonreír, incluso cuando no tenía ni idea lo que estaban diciendo. 
Salimos de la función y decidí comprarle el libro a la piba de Instagram. Había leído un par de cosas de ella y me había gustado, así que hice la fila y lo compré. 
Mi mamá me decía que estaba loca, porque nunca una piba que usaba esas “palabrotas” en público iba a escribir algo interesante. Me reí porque se asombraba de las palabras, pero el otro artista (obvio, hombre) también las decía y ella no se quejó ni una sola vez. En ese momento no tenía las discusiones, sino le hubiera dicho que estaba consumida por “lo femenino” y “lo masculino”. 
Apenas salimos del lugar abrí el libro y tenía una dedicatoria: 
“Donde no puedas amar, no te demores.” - Frida Kahlo. Gracias”.
Por mi cabeza pasaron mil cosas. Imágenes, palabras, situaciones. Me quedé paralizada un rato y sonreí. Cerré el libro, me subí al auto, agarré el celular y escribí: “Tenemos que hablar”.
Pasaron dos años de ese momento y soy otra. 
Hoy ya no me callo ante ninguna injusticia, pero mucho menos si hablamos de una mujer. 
Tampoco me cuesta tanto disfrutar el tiempo en familia, debe ser que ya no me siento tan adolescente. 
Seguí cambiando, y creciendo. Pero esa frase me marcó y me cambió la vida.
Y, lo más importante, aprendí a tener otros vínculos. Ya no tengo vínculos frágiles, de esos que hay que cuidarlos en todo momento. No tengo amigos de esos que no me dejan hacer tal cosa o tal otra porque si lo hago se enojan. No creo en los celos, no me gustan, me generan rechazo. 
Aprendí a amar en libertad, sobre todo porque entendí que si a la otra persona le das la libertad de SER (como quiera y lo que quiera) y aún así se queda, es porque realmente ve en vos algo que le gusta. Y esas personas valen la pena, porque siendo nos permiten ser. 

viernes, 8 de febrero de 2019

¿De quién es esta culpa?


El sentimiento de culpa me ahoga, me ata, me atrapa.
El vacío recorre mi cuerpo desde mis dedos hasta la punta del pelo.
Mis ganas de salir corriendo de las situaciones se hacen cada vez más fuerte, pero ¿A dónde vamos cuando queremos escapar de nosotros?
Paro. Respiro. Pienso.
Me veo.
Me veo problematizada, con cara de pensar.
Miro mi interior, me reviso, me recorro.
Culpa por no hacer lo que siento.
Culpa por no sentir lo que hago.
Culpa por el arrepentirme de las cosas que hice. Culpa por no arrepentirme de lo que no hice nunca.
Cargo con cosa de lxs demás.
Cargo con sus culpas.
Me vuelvo a mirar.
Salgo de mí y me digo: "esa mochila no es tuya, no te pertenece".
Me río.
Vuelvo a ser yo.