domingo, 27 de agosto de 2017

Amar por primera vez

Estoy amando por primera vez . Lo amo y puedo decirlo con todas las letras, sin miedo, porque es lo que siento.
Ya no me interesa lo que puedan decir los ajenos a esta historia. Tampoco tengo un gramo de interés en conocer a alguien más. Porque todo lo que busco está en él.
Y yo creo que, después de tantos desamores, encontré todo lo que quería en una persona. Es diferente al resto, pero no en cuanto a su personalidad, sino a su manera de tratarme y en lo que me hace sentir.
Es re lindo estar así y sentirse completa con alguien. Vuelo de amor por él.
Ni sé por qué escribo esto pero extrañaba hablar de lo que me pasa con él, tengo que sincerarme conmigo cada tanto.
Y si alguna vez tenés la oportunidad de que alguien te mire con los ojos que me mira él, haceme caso, no lo sueltes porque es amor.

jueves, 17 de agosto de 2017

Qué guardar en la maleta de la vida

Vine a este mundo con una maleta totalmente vacía y mediante iba viviendo, todo lo que encontraba en mi camino lo iba guardando en ella.
Lo primero que recuerdo que guardé fue el amor, el amor a mis padres y hermanos, como también a mis abuelos, tíos y tías. Prácticamente el amor a la familia. Lo segundo que guardé fue la amistad, e incluido con ella venían los amigos. Y claro, cuando era muy chico había llenado mi maleta con muchos de estos. Lo tercero que guardé, si mal no recuerdo, fue la humildad y la sencillez, y desde entonces mi maleta se convirtió en algo único, a lo que yo llamo "Personalidad". Así, conforme iba creciendo y pasando de la infancia a la adolescencia, iba guardando todo lo que pudiera facilitar mi viaje en la maleta y aunque pareciera que iba a explotar, ésta nunca se llegaba a llenar del todo.
Después de un tiempo sentí que algo no andaba bien. Mientras transcurría por el sendero de la vida, noté que mi maleta comenzaba a ponerse un poco pesada. Había algo que tenía que dejar atrás para que pudiera continuar mi recorrido con mayor facilidad. Lo primero que quité fueron algunos sueños, sueños de la infancia que ya veía que no iban a ser posibles cumplir, entonces los tiré todos afuera de la maleta. Otra cosa que me pareció demasiado inútil llevar fue el recuerdo y éste venía de a dos con el dolor, pero sólo podía llevar uno, por lo tanto recogí el dolor y lo guardé en un rincón de la maleta y al recuerdo lamentablemente lo dejé abajo de un árbol.
El camino se alargaba un poco más cada día, había momentos en que nunca parecía que iba a parar y otros en que ni siquiera quería comenzar a caminar. A mi maleta la sentía bien, ya no la notaba tan pesada, debía ser que el tiempo que llevaba con ella me hizo que me acostumbre. Uno de los peores momentos que sentí atravesando la ruta por la cual iba, fue que la vida me dijo que a partir de este momento tenía que cambiar de rumbo y eso implicaba viajar un poco más ligero, por lo tanto la vida, siempre tan sabia, me dio un consejo: "vaciá un poco más tu maleta". Y como yo me sentía muy conforme con lo que llevaba, decidí no escuchar y seguir. Lamentablemente no pude continuar, ya que dentro de mi maleta llevaba a dos personas ilegales que no podían seguir transitando el camino de la vida conmigo: mis abuelos. Así que sin titubear, fría y seca como siempre, la Aduana me los confiscó. Ellos se quedaban en el peaje y yo debía seguir camino. 
Ahora sin dos personas importantes en mi maleta, ésta se veía demasiado vacía. Irónicamente faltaba algo en ella pero eso no la convirtió en algo más liviano, sino que todo lo contrario, la volvió más pesada y difícil de llevar para una sola persona. Realmente no encontraba el motivo por el cual mi maleta se hacía cada vez más complicada de mover. Decidí frenar un momento y ver qué había realmente dentro de ella que la convertía en algo dificultoso de trasladar y noté que el dolor que allí estaba guardado había doblegado su tamaño y, sin darme cuenta, en alguna parte del camino también había guardado llantos y penas.
Intenté seguir casi sola, de vez en cuando me paraba a un costado del sendero, miraba hacia atrás y notaba que la ruta se había vuelto un tanto diferente. Esa ruta ya no tenía los mismos colores que solía tener cuando comencé a andar. Tampoco era todo recto. Ahora había curvas, baches, roturas y hasta un cartel que decía "Peligro, camino sinuoso". Llegué a hacer varios metros distrayéndome con actividades, pero seguía notando como la maleta pesaba siempre igual.
Cuando creí que no había nada que pudiera empeorar mi viaje, supe que algunas personas que estaban guardadas sólo querían salir y marcharse. Intentando a la fuerza ponerle un candado a la maleta, noté que mi esfuerzo era inútil ya que algunos amigos tenían copias de mis llaves y sin decir ni una palabra, sólo fueron dejando más espacio vacío. Y así fue como otra vez irónicamente la maleta pesaba el doble, llevando sólo conmigo penas, llanto y dolor. Y esa fue la cuarta cosa que tuve que dejar ir de mi maleta: algunos amigos. Lamentablemente para mí, fui avanzando por un costado de la ruta de forma solitaria, ya no me importaba qué cosa maravillosa podía encontrar en mi viaje, no estaba dispuesta a llevarlo conmigo y mucho menos guardarlo en la maleta. 
Varios kilómetros adelante, la vida, no sé si generosa o arrepentida, me dio un regalo: la oportunidad de conocer a lo que hoy en día todavía conservo. Un amigo. No digo que el camino desde entonces se volvió fácil, pero sí se puso menos solitario y más amigable de transitar. Este nuevo amigo en cuestión de tiempo haría que la ruta que tenía por delante vuelva a tomar color. Tanto tiempo compartido me hizo entrar en razón, y pude ver que lo único que pesaba en mi maleta eran las cosas malas que habían. Dispuesta a cambiar, volví a aquel árbol que un día en el camino encontré, ahora un poco más vieja pero sin duda un poco más sabia, e hice una pausa. Con un largo suspiro y sin dudar, intercambié el recuerdo que un día supe dejar por el dolor que erróneamente nunca debí llevar. 
Me sentía un poco más nueva, como si aquella nena que un día fui, había quedado junto al árbol. Dentro de la maleta aún tenía amor, amistad renovada. Tenía metas y hasta confianza, que sinceramente no sé cuándo apareció, creo que se fue formando dentro de la maleta cual microbio, pero eso era algo bueno. Todavía conservaba la sencillez y la humildad, y también pude alzar del suelo el entendimiento y la apatía por las demás personas que por supuesto caminaban alguna ruta diferente a la mía. 
Terminé algunas metas que me había propuesto yo misma, pero la vida jugó un poco conmigo. Puso enfrente del camino a un hombre que logró distraerme e hizo que perdiera la vista en él. Varios kilómetros habíamos hecho juntos, pero la vida siempre tan burlona me separó. Puso un muro, el cual intentamos romper, pero cada día que pasaba la vida le agregaba otro ladrillo. Y así logró su objetivo: construir y destruir. 
Esta vez no sentí dolor, supe al instante que la vida te da y te quita por nada, por lo tanto sólo la entendí y seguí. Tuve que sacar de la maleta aquello que una vez creí que podía llegar a ser un gran amor y ahí va la quinta cosa que dejé ir. 
Sin esperar nada, y con un camino tranquilo por recorrer, con los objetivos logrados y las personas que yo quería en mi maleta, otra vez la vida me sorprendió a tan sólo dos kilómetros. No esperaba nada y resulto ser todo. Estaba parado a un costado de la ruta haciendo dedo como para que lo llevara. Y así fue como conseguí a otro de mis amigos y, a decir verdad, a este lo guardo en un lugar secreto de la maleta. Como si fuese oro. 
Y así voy avanzando, paso a paso mi camino con mi maleta todavía cargada, no sé qué más subiré y no sé cuándo otra cosa más bajaré. Pero así es el camino de la vida: uno va encontrando lindos tramos a donde dónde cree poder correr siempre en línea recta y otras veces dónde les toca hacer rally, agarrando problemas, saltando sueños, esquivando personas, rompiendo amistades o algún que otro amor pero siempre llegando a la meta y, ¿quién sabe? Tal vez en ese camino encuentres cosas nuevas, sueños o personas que tengas que guardar y mantener en tu maleta para siempre cual tesoro.


Colaboración: Alejo Videla

jueves, 3 de agosto de 2017

Volver con tu ex

Vas a volver con tu ex...
Y te vas a dar cuenta de que no lo extrañas a él. Extrañás sentirte bien con él. 
Y te vas a dar cuenta que ya no son uno. Son dos partes que ya no se unen.
Y te vas a dar cuenta que extrañás más las tardes que las noches.
Y te vas a dar cuenta que lo rápido no sirve. Que el amor es una construcción de segundos, minutos y horas de dedicación.
Y te vas a dar cuenta lo feo que es que te sequen las lágrimas con besos falsos. Ya no es mágico.
Y te vas a dar cuenta que las heridas más profundas se vuelven superficiales.
Y te vas a dar cuenta lo que es que te dedique unos minutos que le sobran.
Y te vas a dar cuenta que era impensado soltar esa mano que ya no es tuya.
Y te vas a dar cuenta de que las palabras que un dia te reconfortaban, hoy te duelen.
Y te vas a dar cuenta lo feo que es llorar por las noches por lo que creías superado.
Y te vas a dar cuenta de que no es la misma persona de la que una vez te enamoraste.
Y te vas a dar cuenta que lo que se va, no cambia.