domingo, 2 de agosto de 2015

Siempre la misma historia

Y la verdad se hizo sangre y nadie se hizo cargo de nada. O quizás nunca llegó a ser certeza, pero esta duda me dejó tantas noches en vela que me la terminé creyendo, y me engañé, me mentí. Es que cuando unos ojos te miran así, no sabés distinguir una caricia de un puñal, y hasta la mirada más transparente cae en la confusión, aunque esos ojos digan todo, pero esas palabras me dejan ciega y no puedo escuchar, y los movimientos se vuelven torpes y mi boca ya no sabe qué decir para rescatar lo poco que queda de lo mucho que arruinó. Aunque no me creo culpable de todo...Sería demasiado facilismo aplicado a la situación.
Pero aún así, hoy te sigo soñando, hoy me sigo desvelando y cierro los ojos y me vuelvo a acostar en la misma cama, y puedo percibir el mismo perfume, y me pregunto por qué, cuándo, cómo puede ser que de un momento a otro las cosas cambien tanto, si hasta ayer dormía en tus brazos y hoy los escalofríos recorren mi cuerpo, y los recuerdos una y otra vez conducen a la melancolía, y otra vez a la pregunta de por qué siempre la misma historia, y otra vez me echo la culpa, pero no, y pienso de nuevo, porque me queda el triste (y absurdo, inútil) consuelo de saber que la peleé, o al menos lo intenté, porque cuando el resultado no es el esperado siempre queda ese resabio de "podría haber hecho un poco más" y el puto auto flagelo. Porque, mal que me pese, sigo siendo eso que siempre buscaste...Hasta que lo tuviste. Pero hoy no te encanta tenerlo, y quizás tus palabras no se pusieron de acuerdo con tus actos en el momento exacto, los miedos fueron más fuertes, el futuro nos pisó de antemano y de vuelta al principio, a ningún lugar, pero con la diferencia de que hoy te sangro más de lo querido y más de lo que vos alguna vez supiste hacerlo. Porque está la bronca de no saber ni haber sabido interpretarte, de que hoy me dejes sin palabras, de no poder avanzar, de no tener el premio ni en la última mano jugando las pocas (y malas) cartas que quedan, de que ya no quedan excusas, queda la resignación, me queda ese beso que nunca daré, porque este adiós a lo que nunca fue no maquilla un hasta luego, y duele quedar en la duda, en la incertidumbre de "¿qué hubiera pasado...?" si hubiera sabido leer tus gestos y tus palabras en el momento justo, si un segundo antes comprendía lo que creía no tener importancia, si me hubiera decidido a apostar cuando las cartas me acompañaban y no me dejaba asustar por un ancho falso. Pero es así, y aunque me pese, la sinceridad siempre la llevé como estandarte, para bien o para mal. Y no me arrepiento, aunque eso conlleve querer volver las agujas del reloj hacia atrás y maldecir el hoy, donde comprendo que mucho peor que las lágrimas o el dolor, es la resignación, de tener que aceptar que nos quedamos en la mitad, que no llegamos a nada, por no tener los huevos suficientes para saber querer de esta forma, y comprender que cada uno sigue su camino, como en un tiempo atrás antes de cruzar. Pero te digo una sola cosa: "mil besos no alcanzan sin un corazón".


@Incredulas - 02/08/15

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