viernes, 11 de diciembre de 2015

Viviendo tu canción

Es como cuando estabas aprendiendo a tocar la guitarra: querías tocar ya esa canción que tanto te gustaba y te esforzabas por, aunque sea, pegarle a una nota. Te frustrabas cuando veías que no te salía nada y veías imposible tu objetivo, pero igual lo seguías intentando, porque esa era la única forma de lograr lo que querías. Pasabas horas y horas mirando videos, escuchando, practicando los ejercicios tan odiados pero necesarios, y cuando quisiste darte cuenta, ya de a poco fuiste enganchando el ritmo.
Después llegó la cejilla. Y ahí sí que quisiste tirar la guitarra a la mierda y dedicarte a otro instrumento. Por más ejercicios, los dedos seguían duros y se iban para cualquier lado. Pero vos querías este instrumento, y no lo ibas a dejar, y a pesar de la frustración que sentías, seguías practicando, para tocar esa canción y mil más que te esperaban. Y como por arte de magia, y otra vez casi sin darte cuenta, los dedos se fueron ablandando y la cejilla te salió. Parecía que lo más difícil había pasado, aunque sabías bien que no, pero si habías logrado eso, lo demás, con más práctica, también podrías lograrlo.
Fuiste mejorando los cambios de acordes, los rasgueos, te fuiste metiendo en los punteos y un día, esa canción que tanto querías te salió. Ahí conociste como algo tan sencillo como una simple combinación de algunos acordes podía hacerte tan feliz. 
Todavía te quedan muchas cosas por pulir, cientos de acordes por conocer, y miles de punteos por explorar, pero eso no va a ser una molestia, y las horas de práctica las vas a disfrutar porque sabés que valen la pena, porque sin esfuerzo no se puede apreciar el resultado final que, por más costoso que sea, sabés que nada alcanza la sensación que te da esa satisfacción de lograrlo.
Así como con la guitarra, en la vida. Hay días grises, en donde parece que todo sale mal y sentís que por más esfuerzo y empeño que le pongas a las cosas, siempre termina saliendo todo al revés de lo que esperabas, entonces te dan ganas de rendirte, querés tirar todo a la mierda, porque total el esfuerzo es lo mismo que nada. Pero un día ves que de a poco las cosas van mejorando, ves cómo eso que tanto esperabas va tomando su forma, y te pone feliz no haberte rendido ni haber perdido el foco de tus objetivos, porque al final, el sufrimiento tuvo su recompensa. Y así entendés que vale la pena luchar por lo que querés, porque un día, cuando mires atrás, vas a sonreír porque lo que te queda para siempre son tus logros y las alegrías que te dieron, y vas a agradecer no haber tirado la toalla. 
Y más que nunca entendés que el que abandona, no tiene premio.


@Incredulas - 11/12/15

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