lunes, 28 de diciembre de 2015

Reencuentro inesperado

Un día como cualquiera, una tarde común y corriente, voy sentada en el colectivo, en ese que ya conozco de memoria el recorrido, con la cabeza apoyada en la ventana, como de costumbre, mi mente volando por algún lugar, y mis auriculares, infaltables, con Charly García sonando de fondo. Nada extraño, todo normal, demasiado normal...Tan normal como cuando llegás al punto de pensar que algo tiene que pasar.
Parada. Miro de reojo. Algo extraño e inesperado aparece en el contexto. Me estremezco. Subís. Te veo. Quiero esconderme, salir corriendo o largarme a llorar cual nena de cinco años. A esta altura, cada vez te acercás más. Mi corazón se acelera. Me debato entre hacer la pendejada de fingir que duermo o comportarme como una persona madura. Por un lado, quiero verte, hablarte, sentirte, saber qué es de tu vida. Por otro, me maldigo por haberme subido a este puto colectivo, pero ya no hay tiempo para pensar. Me ves. Nuestras miradas se cruzan una vez más, después de tanto tiempo. Siento un nudo en mi estómago y no logro identificar cuál es la sensación que me generás. (¡Já! Siempre lograste ese efecto sobre mí, hijo de puta). Siento cada sensación a flor de piel, y no logro suprimir la sonrisa que sale espontánea e inconscientemente. Quiero controlarla, pero escucho tu voz, siento tus labios sobre mi mejilla y ya es demasiado tarde como para tener algún tipo de control sobre mí. Los nervios siguen, pero te tengo en frente y ya no puedo pensar en ellos en un primer plano. Simplemente, dejo fluir la situación. Nunca supe bien cómo lo hacías, pero siempre lograste provocarme ese nerviosismo y esa tranquilidad en un mismo momento. Eterna contradicción.
Empezás a hablar y logramos mantener una conversación no tan bizarra. Ya no sé qué carajo suena en mis auriculares, que creo que me saqué apenas escuché tu "hola". En mi cabeza reaparece cada recuerdo como si sucediera en este mismo instante con vos. Pero lejos estamos de esos momentos, de repetirlos, de revivirlos. 
Me hablás y no sé qué decirte, si seguir con esa absurda conversación o si mandar todo a la mierda y preguntarte qué es de tu vida, si te acordás de mí en algún momento, si te alegra verme, y me pregunto por qué carajo siento todo esto, por qué me generás estas sensaciones si ya hace tiempo no hablamos y eso parecía no afectarme, si ya hubo otros en la vida de cada uno, si siempre creí o intenté verte como uno más y ya te había dejado bien guardado en el cajón del pasado. Si es así, ¿por qué siento todo eso y mi cabeza lo único que hace es revivir cada momento que pasamos?
Se va acercando tu parada y sé que vas a bajar y, probablemente, no te vea nunca más, aunque eso pensaba antes de encontrarnos ahora, pero sé que las probabilidades son una en un millón, y no logro definir cómo me siento respecto a eso. Te bajás, el colectivo arranca y hago un esfuerzo sobremayor en no mirar atrás. Vuelvo a ponerme los auriculares, pero ya no suena Charly. "Conozco todos tus trucos pero, aún así, me das qué pensar..."
Intento acomodar mi cabeza. Ya está. Siempre creí verte como uno más, y eso sos. Si logré dejar de recordarte, eliminar las ganas de hablarte tanto tiempo, un simple encuentro casual no va a llevar atrás todo ese proceso.
Hay personas que sólo aparecen para recordarnos que no es posible olvidar. Hay personas que llegan a removernos los sentimientos guardados para recordarnos lo que es sentirse vivo.


@Incredulas - 28/12/15

No hay comentarios:

Publicar un comentario