¿Qué estamos esperando? ¿Que un día nos avisen que el tiempo está contado y la cuenta regresiva empiece a correr hasta el día exacto? ¿Que el reloj nos muestre el tiempo que nos queda? Y ahí vas a estar, queriendo robar tiempo, llorando los segundos, o tal vez algo adentro tuyo explote y, al fin, te dignes de una vez a vivir lo que esperaste, a robarle el tiempo a las agujas y a regocijarte en cada segundo.
Yo ya me cansé, hace rato me cansé de mirar por pantallas la realidad y de una luz artificial, de caminar todo el tiempo mirando, con miedo, al precipicio; de las miradas expectantes a las caídas ajenas. ¿Cuánto más? ¿Para qué? Me harté de las voces que sólo quieren hundirte, tirarte, y alardean del saber sólo por un par de años más de vivencia, de vivencia sin vivir, que es rutina, monotonía, vacío, aburrimiento. Y yo no quiero eso.
Yo quiero correr con el viento en contra dándome en la cara, sintiendo la adrenalina y esquivando las patadas de mezquinos que disfrutan de lastimar y del dolor ajeno. Yo quiero correr toda la cancha hasta el último minuto, ahí cuando dicen que ya no sirve de nada, a ver si en una de esas, cuando la cabeza ya no funciona y el cuerpo se contradice y tambalea, el corazón me da la razón y después de la gambeta y desde el piso, con los ojos cerrados, el grito de la pelota besando la red abajo de los tres palos, me reaviva y me lleva a encontrar el sentido.
Yo no quiero conformarme con encontrarle el sabor a la derrota, quiero festejar la victoria con esos que se quedaron alentando hasta el final, cuando hasta el pronóstico jugaba en contra y el resultado ya era irreversible. Yo quiero que aunque el gol en el último minuto sea sólo una fantasía sea el sueño que me impulse a despertar, yo quiero saber que me la jugué y di todo hasta el final. Quiero mirar al cielo y sorprenderme con sus matices infinitos cuando cambia de color en un segundo. Resurgir, dejar de errar por el temor de ganar, cruzar ese umbral a lo desconocido y lo inexplicable.
En medio de tantas desolaciones, todavía a lo lejos hay una luz, que aunque se aleja cuando me acerco, augura esperanza. Esa luz es mi estrella. Y ella me despierta en pesadillas o me lleva al sueño dulce. Y me enseña a admirar lo cotidiano cuando se vuelve costumbre. Y a esquivar los palos de la rutina, a burlar los libros del destino. Y aunque a veces no brille, yo la encuentro, y remuevo los escombros de la memoria y los recuerdos y me encuentro con cientos de estrellas más. Algunas brillan con más luz que otras. Algunas duran más, otras menos. Otras resultan ser artificiales. Y en momentos de soledad, desesperanza y desconsuelo, me reencuentro con consejos, con palabras eternas. Y mientras termino de escribir esto, la memoria, curiosa, me recuerda que alguna vez, un alma sabia me dijo una frase que nunca olvidé, que llevé como estandarte y se volvió leyenda, y en pocas palabras resume toda una filosofía de vida: "una vida que nosotros no creamos es una vida que otros crean por nosotros".
@Incredulas - 19/11/15
Son excelentes chicas! Me llenan el alma y me incentivan y animan a que escriba yo también. No hay mejor forma de expresarse.
ResponderEliminarhttp://eluniversodeisabella.blogspot.com.ar/ Pasen! Las admiro mucho.