viernes, 6 de noviembre de 2015

Catarsis

Me cuesta ponerle palabras a las sensaciones cuando ni yo misma logro darme una explicación de lo que me pasa. Otra vez, aparecen nuevos miedos disfrazados de miedos viejos, y eso asusta más. O quizás no están disfrazados. Quizás son claros, y soy yo la que los disfraza por no querer verlos, por miedo a verlos.
El problema, o la diferencia, mejor dicho, es que a esos miedos viejos pude encontrarles una raíz, y si bien eso en parte me angustiaba más por conocer el mecanismo y aún así no poder evitarlos, en parte me tranquilizaba saber de dónde venían. Pero a esto nuevo, que viene con las mismas viejas sensaciones, no puedo encontrarle la causa, y eso es lo que en el momento lo vuelve peor, y me enoja.
Yo sé que este miedo va de la mano con las dudas que surgen a cada instante y me hacen repreguntarme mil veces si estoy caminando por donde realmente quiero caminar. Y aunque intento, no puedo escuchar bien esa respuesta, y eso me enoja tanto como el no poder encontrarle explicación a esto que me pasa. Y creo que ese es el problema: intentar racionalizar todo en esos momentos, en vez de sentir. Porque cuando aparece el miedo, mi cabeza se empieza a desconectar, y no siento, y aparece la ansiedad, el reproche, el enojo. Creo que el miedo aparece porque hay una parte de mí que todavía se resiste a la entrega, al potencial en su máximo esplendor, y quiere dominar todo. Porque cuando logro conectarme conmigo, escuchar más al corazón, sentir sin tanta vuelta, encuentro más respuestas que cuando la cabeza me carcome y me confunde buscando explicaciones que me terminan enredando. Y es ahí cuando todo fluye y aparece la risa que me hace sentir libre.
El hecho de vivir a conciencia y a flor de piel la plenitud, me obliga a ser, también, más consciente de mis sombras. No es que todo esté plagado de angustias, al contrario: hasta en los momentos donde siento que los miedos dominan, soy consciente de que lo que predomina es esa sensación de plenitud y de felicidad con la vida. Quizás me quede aceptar que volver a sentir ese miedo no significa volver atrás todo el proceso que me trajo hasta acá. Quizás ahora el desafío sea encontrar el equilibrio entre esas sensaciones de plenitud y de oscuridad. Ya pasé, un tiempo atrás, el proceso de aceptación. Ahora puedo darme cuenta de que eso era sólo una parte del camino, porque ahora queda aceptar todo esto que está surgiendo en mí. Volver a sentir esos miedos no significa revolver viejas cuestiones ya resueltas, sino poder aceptarlo en esta nueva forma, que no necesariamente implica tener que entenderlo ni darle una explicación lógica, porque ahora lo que queda entender es que muchas veces solamente entendiendo no alcanza.
Y capaz hoy no puedo. Capaz la risa se me escapa y el miedo me traiciona tirando alguna patada de atrás. Pero si eso pasa, no espero esquivarlo, sino poder amigarme con él, abrazarlo y decirle “tranquilo, ya pasó”.
A veces el día se nubla, y por esa nube gris que nos tapa, todo nos parece gris. A veces no brilla el sol, y parece que no va a volver a salir nunca. A veces aparece el miedo, y parece que ese miedo va a quedarse ahí para siempre. Pero no.
Y aunque se tapen los sueños, todavía queda ver la luna.


@Incredulas - 06/11/15

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