sábado, 5 de septiembre de 2015

Prohibido prohibir

Los tenedores de acero nos facilitan la tarea de pinchar las culpas de la oralidad desacostumbrada. Las porciones inconscientes se hunden en el queso derretido y no podemos hacer más que degustarlos como quien no quiere la cosa. Los secretos a voces pueden convertirse en un yunque que cae en el dedo meñique de la moral, siempre, y cuando dejen de funcionar como un terreno confortable en el que cualquier pisoteo a la confianza esté justificado por necesidad. 
Saboreamos la mezcla de la desazón y de la perversión infantil con un vino de la casa que nos convida Dionisio mientras intentamos desmitificar nuestros deseos más primitivos. Si se nos permite la indecencia y entonces “prohibido prohibir”, ¿por qué todos me siguen resultando inocentes hasta que se demuestre lo contrario? ¿Serán tus maniobras para curarlo de su disfunción retráctil los motivos que permitan que le expulses en la cara toda tu cobardía?
Pongámosle que no sabíamos lo que estábamos haciendo, que el volcán en la zona púbica y los Nesquik con leche después de los Rugrats eran más de lo mismo.
Que papá monstruo + mamá princesa = hipster medio pelo.
O papá monstruo – mamá princesa = futbolista frustrado.
O mamá princesa x papá monstruo = estudiante de administración de empresas en la UADE.
O papá monstruo / mamá princesa = homosexual reprimido con resto machista.
Las posibilidades son infinitas. La pregunta es: ¿por qué no nos quitan lo bailado? Fácil: porque la única manera de convivir con la bestia es poniéndote del lado de ella. Triste pero real.


@Incredulas - 05/09/15

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