viernes, 11 de septiembre de 2015

Las manos en el fuego

Llegaría si amainaran las tempestades nuevas, si las sudestadas que apagan calefones no arrastraran consigo la valentía de transgredir su coraza o corazón, y acampar en su corazón o coraza, a pesar de la rectitud del metatarso a la hora de querer ser miel en su ombligo de acero.
Escupiría sobre mi cara si no hiciera valer las lágrimas norteñas que invitaronal desapego, la alfombra de "Bienvenidaa la desvencijada fantasía, con las manos ampolladas de tanto ponerlas en el fuego.
Cambiaría mi destino y mis ojos cinematográficos.
Desalojaría mi memoria sensitiva de la hebilla de tu cinturón.
Quisiera no haber querido querer quererte como te quiero, querido. Pero más me gustaría estar en esa conchuda vereda, de ese lado de Rivadavia, donde la calle nunca empezó y sólo se encarga de continuar a la que la precede. Esa porción de terreno virgen, lleno eres de gracias, sin guiones inventados y con frases sin terminar.
Mataría todo fantasma, toda angustia, todo dolor y toda tristeza, a las voces en mi cabeza que me gritan con razón, a los precursores del dedo índice en futuros anulados, eficaces y malvados en su
jodida profesión.
Acabaría con todo, acabaría desnuda en esta guerra de divanes y levantaría la banderita blanca con tal de no perder de vista a semejante hijo del Sol.
No quiero ser subcampeona en tu corazón. Quiero ser la primera y única, y por eso voy a pelear.


@Incredulas - 11/09/15

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