viernes, 4 de septiembre de 2015

Carta desesperada

Hola, ¿cómo está? Lo necesito. Es inevitable, toda introducción está de más ya que se aparta ante esta necesidad urgente de gritar lo que navega por mi mente y, particularmente, por mi piel.
Hay una cosa que es cierta, si se detiene a analizar, este atropello de verdades no hace otra cosa que sintetizar los motivos de esta epístola, lo cual lo favorece ya que le brinda un atajo en este laberinto de sentires.
Retomando...
Sí, sonará descabellado pero es real: la necesito.
He descifrado que preciso alumbrarle las mañanas; inyectarle grandes dósis de paz al mediodía; risas y sexo por las tardes en el sofá (en órdenes indiferentes); y más sexo y risas por las noches luego de cenar y antes de dormir...
Este deseo recubierto de ansiedad me tiene perturbada, ¡me confunde! Lo que duele se mezcla con lo hermoso. Me hace latir certezas canallas que no se apiadan de mí, pues me alertan y entonces me percato de que es usted el sabor del azúcar de mis té, el goce que me brinda la lluvia que se enmarca en mi ventana, el color de los naranjos de mi patio y el agua que los riega, el placer de una brisa de mar acariciándome la cara, la fuerza de mis pasos, mis desvelos, el calor de los ocasos... 
Me percato que, al final, sin su compañía ni presencia en mi día a día, todo, absolutamente todo, tiene gusto a nada. Y con cada luna ya consolidada sobre el techo de este mundo me limito a rezar por su amor, para que arribe en usted la sensatez junto al poder de comprender que esta necesidad trasciende los caprichos, incluso lo que justificaría la falta de razón. Ya dejó de tratarse de lo que quiero sino de lo que preciso, por eso en un destello de amor propio procedo a dejar de rezar en su nombre y comencé a hacerlo por mí, por esta necesidad incontrolable de hallar lo mejor de viejas historias a las que he renunciado por este empeño loco de ver exactamente lo mismo de ellas pero simplemente reflejado y posado en usted. 
Sí, como si fuera poco, después de un huracán de mea culpa y un tornado de catarsis, pude entender que lo que exijo puedo reclamárselo a cualquiera que, en un esfuerzo de amor y sin rodeo alguno, probablemente me lo brinde, pero a fin de cuentas comprendo que en realidad necesito que sea usted quien precise que lo exija todo, de usted y no de mil opciones más. Mi uno en un millón, es usted el riesgo que quiero correr, necesito que me necesite...


@Incredulas - 04/09/15

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