martes, 2 de diciembre de 2014

Primos

En la vida infantil, cuando aún todavía estamos obligadas a ir a todas las reuniones familiares en la casa de la abuela (las que, en ese momento, nos resultan divertidas), no solíamos tener tantos amigos en el colegio. La relación con nuestros compañeros de rutina se cortaba en el momento que nos despedíamos aquel viernes a la tarde hasta el siguiente encuentro del lunes por la mañana. Ni el sábado ni el domingo nos acordábamos de ellos. Quizá en alguna conversación con nuestros padres les contábamos quién nos gustaba o nombrábamos a alguna amiguita que nos invitó a la casa, pero no pasaba a mayores. En algunos (pocos) casos, nuestros viejos eran re amigos de los de otra chica del cole, entonces en esas situaciones estábamos semi-obligadas a hacernos amigas de la hija de esa pareja, amistades que generalmente perduran aunque, en otras situaciones, se pudre todo y no quieren verse más. Lo mismo ocurría con los amigos de la colonia, de algún deporte o de inglés particular: como no había las posibilidades tecnológicas que hay ahora, la comunicación se cortaba hasta que nos volvíamos a ver. Con los chicos de la colonia era aún más complicado porque nos veíamos sólo en verano, y año a año era cada vez más triste ver cómo algunos dejaban y llegaban otros que nunca terminaban de caernos del todo bien.
Retomando a la cuestión de los almuerzos domingueros en casa de la abuela, eran todo un acontecimiento para nosotras. Nos levantábamos re contentas sabiendo que esa tarde íbamos a estar con toda la familia comiendo algo riquísimo, que posiblemente iría el tío copado que aparece cada tanto y jugaría un rato de manera añinada. Pero, inevitablemente, para todas nosotras e incluso para los hombres también, la mejor parte era el reencuentro con nuestros amados y preciados primos
¡Oh, los primos! ¡Grandes personas! Claramente son los primeros amigos que tenemos en nuestra infancia, quizá por eso reciben el nombre que poseen en el parentezco.
Podían caernos bien aquellos tíos que nos dieron los primos más divertidos del mundo, como también no los podríamos ni ver en algunos casos, pero la realidad es que eso no interfería a la hora de juntarnos entre todos y jugar largas horas mientras los grandes se la pasaban charlando, tomando vino y fumando (algunos).
La ceremonia de reencuentro era casi siempre la misma: al principio, ninguno quería saludarse, estábamos todos tímidos y temerosos de que el otro nos rechace, ¡además no queríamos parecer desesperadas! Preferíamos mostrarnos más "maduras" para que no parezcamos locas por tener unas ganas inmensas de jugar. Después de los primeros instantes entre toda la familia con saludos y anécdotas rápidas, el más grande de los primos se encargaba de reunirnos a todos y empezar a elegir los juegos. Obvio que, al ser el mayor, tomaba el liderazgo de la batuta junto con un ayudante, el segundo primo más grande. Algunos se aprovechaban de su edad y nos trataban mal, hacían trampa o se reían de los más chicos, haciéndonos preguntas absurdas tales como: "¿Y? ¿tenés noviecito ya?", pero supongo que jamás con maldad, ¿no? Seguro si fuiste vos una de las más grandes te estás riendo en este momento porque sabés que es cierto. Los primos del medio son los más copados y los que se prenden a todos los juegos, entendiéndolos de manera perfecta y no mariconeando por cualquier pavada. Además, siempre tienen toda la energía para jugar. Pero el gran problema no son los más grandes ni los medianos...¡sino los pequeños! Los más chiquitos de los primos son los verdaderos perjudicados. Siempre salen todos corriendo y nadie los espera, o no les explican el juego, o directamente les buscan excusas para que se vayan con los grandes y no jodan más, como por ejemplo: "te está llamando tu mami, andá a fijarte qué quiere", o sino también los mandaban a recoger pelotas que se caían. Algunos primos grandes más buena onda se copaban y les daban juegos que ellos entendieran y los mantenga divertidos un buen rato, pero obvio que a los cinco minutos se pudrían de todo y tiraban las cosas al carajo, rompiendo mil juguetes por segundo...sobre todo si perdían...¡Uf! Siempre había que fingir que los primos chiquitos habían ganado el juego porque sino se venía la Tercera Guerra Mundial. Otra cosa mala que tenían los pequeños es que se dormían en cualquier lado. Quizá lo estaban usando de rehén para un juego de policías contra ladrones y de la nada el pendejo se te dormía en medio del pleito...Eso era un embole! Ni hablar cuando se ponían a llorar porque nadie les daba bola o porque los obligaban a hacer cosas que ellos no querían...Eran chiquitos, pero no boludos.
Con el paso del tiempo, todos fuimos creciendo, tomando caminos distintos. Algunos están estudiando, otros laburando, u otros todavía siguen en la secundaria. Casi ninguno quiere coparse a las reuniones familiares y generalmente los reencuentros no son más los domingos al mediodía, sino solamente en días festivos como Año Nuevo, o en los cumpleaños de los abuelos. Es muy triste ver cómo año a año la relación entre primos se va perdiendo, cómo ya no hay la confianza de antes...¡Todos desearíamos volver el tiempo atrás y repetir esas tardes encantadas llena de juegos mágicos y divertidos que nos hacían olvidar del mundo real por un buen rato! Pero ya estamos grandes, cada uno formó finalmente su grupo de amigos, dejando a los primeros amigos de la vida a un costado. En algunos casos privilegiados, la amistad se conserva y eso se ocasiona muchas veces gracias a compartir colegio o algún tipo de relación más allá de las reuniones familiares, y es realmente envidiable cuando pasa eso, porque no es muy seguido.
Ahora solamente debemos conformarnos con recordar en nuestar mente, cerrar los ojos y que la cabeza nos permita viajar a aquellos tiempos donde creíamos ser las princesas, los primos grandes los monstruos, y los chiquitos, los hijos en el juego de mamá y papá.


@Incredulas - 02/12/14

2 comentarios:

  1. Es la pura realidad. Es tan triste ver como antes jugabajo horas y horas como mi prima y ahora si nos vemos no nos hablamos

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  2. Estoy de acuerdo con el texto. Creo que mis primos son algo muy valioso para mi, y a pesar de que seamos grandes, cada vez que nos juntemos hacemos nuestras jodas, pero no voy a mentir, las cosas cambiaron.

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