martes, 1 de julio de 2014

Dar y recibir

A lo largo de la vida, uno se va dando cuenta de que lo único que persiste a los trucos del tiempo es el amor. Lo que das y lo que recibís es lo que te queda. 
Las personas tenemos esa necesidad imperiosa de sentirnos queridos y de querer. Desde que nacemos hasta que morimos, soñamos con estar rodeados de contención, apoyo y, volviendo al tema, de amor.
Cuando crecemos, notamos que el amor de mamá y papá, aunque sea muy grande, no es lo que va a completarnos en la vida. Entonces es ahí cuando aparecen los amigos, los novios y los hijos, que, según me dicen, es la medida más grande de cariño que uno puede sentir.
Cuando uno se siente mal, solo o exhausto, es cuando hace falta una dosis de afecto. Muy comúnmente esto se lo asocia pura y exclusivamente con lo marital, con el romance...y estamos muy lejos de eso. ¿Acaso no es amor lo que una mamá siente por su hijo? ¿O lo que un hermano siente por su hermana? Lo mismo ocurre con todas las relaciones afectivas que vamos conformando.
De todos modos, no es mi intención sacarle importancia a las parejas. Es más, considero que si una persona elige a otra entre siete mil millones de seres del mundo para compartir su vida, es algo bastante fuerte.
A lo que quiero llegar es que lo único que se mantiene joven en nosotros es lo que damos y lo que recibimos. Si en un momento nos sentimos completos y dejamos de dar, estamos mucho más vacíos de lo que pensamos. Podemos tener cien años, y eso no justifica dejar el afecto de lado. 
No puedo evitar pensar en algo puntualmente de mi entorno. Casi siempre que vuelvo a mi casa paso por un hospital que, al ser público y no de los mejores de la ciudad, no está en las mejores condiciones. Sus paredes reclaman pintura, sus muros ocultan historias y sus ventanas son las causantes de una ilusión en cada enfermo de salir a ver el sol de nuevo. Y hay gatos alrededor, en las rejas, en la entrada, por donde salen las ambulancias. En fin, en todas partes. Por sus veredas veo siempre una viejita, de unos setenta y pico de años (según me cuentan sus arrugas y su espalda), con una escalera que lleva a cuestas y con un tupper de comida. Aunque parezca increíble, se sube a la escalera, llama a los gatitos con un canto silencioso y los invita a comer. No sé nada de su vida. Nunca le hablé. No crucé una palabra. No sé su nombre, desconozco su historia, no sé de su familia, tampoco si está sola completamente, pero llega a movilizarme todo adentro. Siento un remolino de cosas que se mezclan cada vez que la veo. No la conozco, pero tengo miedo de no verla nunca más. Cuando llego a Bolivia y Aranguren, la busco, y cuando al fin alcanzo a verla, siento alivio, porque sé que está en su lugar. El hecho de llevar una escalera, subirse, y hacer lo que hace a su edad, data de una necesidad tan grande de amor que conmueve hasta a un corazón frío. Ojalá todos pudiésemos aprender de esta mujer, que sigue dando lo mejor de sí por terceros. Deseo muy fuertemente que la vida le devuelva lo que da. Deseo que cuando vuelva a su casa todos los días alguien la esté esperando con comida caliente o con un abrazo. Me da mucha tristeza pensar que, tal vez, no tenga nada más que esos gatos callejeros. La vida a veces es injusta
Otra cosa que me resulta fuerte es que tenga que depositar tanto amor en animales, por ahí le gustan desde chica y quiere hacer eso, pero también está la posibilidad de que no tenga a nadie alrededor.
Conozco historias de seres humanos venenosos, con odio adentro, con rencor, que, exteriormente, están acompañados y contenidos (aunque quiero creer que por dentro están desolados). Y me resulta, repito, injusto.
Para mí, lo más hermoso del mundo es ver que la gente aprecia lo que hacés por ellos. Sacarle sonrisas a alguien triste, reírse hasta no poder respirar, llorar de emoción y ver personas que con pequeños grandes gestos cambian el mundo, son situaciones que me llenan el alma y me hacen sentir plena. Es por esto que siempre sueño con que nadie esté solo nunca. La falta de compañía es lo que padece el mundo. Si todos estuviésemos acompañados y tuviésemos a alguien a quien darle amor y que esta persona lo reciba y lo devuelva, viviríamos en paz. 
En fin..."Sólo tengo una sonrisa y espero una de vuelta''.
Que sean todos muy felices, en especial la señora que me obliga a replantearme la vida entera, una y otra vez.


@Incredulas - 01/07/14

1 comentario:

  1. Hermosa reflexion de la vida!! Muy profunda y salida desde el fondo del corazon

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