viernes, 18 de marzo de 2016

El beso perfecto

El beso perfecto tenía que ser en una bocacalle, apenas después de que el semáforo que estaba rojo se volviera verde y permitiera, ahora sí, cruzar. Había que calcular bien la relación entre colores y tiempo, cosa de llegar en el mismísimo momento en que no se pudiera cruzar y hubiera que esperar. La situación tendría que ser que ustedes estuvieran acompañando a alguien a su casa, después de haber hecho algo que implicara hablarse. Hablarse mucho, qué sé yo: ir a cenar. De ese modo, esa espera se convertiría en un silencio nervioso. Tenía que ser que caminaran y tuvieran que frenarse y mirarse y saber que es el momento justo para el beso. Y ahí: no besar...Al menos en ese momento. Esperar diez, veinte, treinta o hasta cuarenta segundos, dependiendo de la esquina, aunque sugería una más bien barrial, con poco movimiento, para que el semáforo se pusiera verde y, apenas ese alguien pisara la bocacalle, agarrarlo del brazo, darlo vuelta y besarlo. Besarlo aunque pasen alrededor los autos. Besarlo, en ese momento, para que supiera que es bien importante ese beso porque no importa siquiera el tránsito. Besarlo para que suponga que la espera te dolió y que esos segundos parados en la esquina se te volvieron tortuosos por la batalla interna de tu cabeza entre las ganas y el cagazo.
Dados los parámetros normales, ese me parecía el beso perfecto. Claro que mejor sería que apareciera Spinetta tocando "Seguir viviendo sin tu amor". O Benedetti leyendo un poema. O Julia Roberts diciéndole a Hugh Grant que es sólo una chica pidiéndole a un chico que la quiera. O Noah y Allie abajo de la lluvia bailando, Pero hace años hemos decidido que los buenos besos son los que desafían a la realidad y no los que se dejan vencer por la fantasía. Así que ese de la bocacalle era mi mejor plan...


@Incredulas - 18/03/16

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