Hubieron otros pibes más que fueron despojados de sus familias.
Como Marcelo Di Estefani, un chico de diecisiete años (sí, diecisiete, tan sólo un pendejo) que vivía en la villa 1-11-14 de Bajo Flores. A tan sólo cinco cuadras de mi casa. Pertenecía al estrato más discriminado e ignorado de la sociedad que formamos parte, y era (como, lamentablemente, muchos chicos de estas características) adicto al paco. Ese veneno que, como su propia madre lo cuenta, "convierte a los pibes en robots. Los centros de rehabilitación lo único que hacen es darte un turno, y no entienden que los pibes adictos al paco, entre tanto enceguecimiento de su conciencia, existe un momento efímero en el que el pibe te pide que lo ayudes a salir de esa adicción. Y es ahí cuando necesitan del apoyo de los centros. El día pactado para el turno ya no sirve, porque el chico vuelve a caer en la droga y no dispone de la misma voluntad que antes".
La ayuda por parte del Estado es nula. La justicia deja entrever su impunidad al liberar a las pocas horas a los asesinos "por falta de pruebas", cuando la realidad es que éstos hijos de puta están protegidos bajo el brazo de la policía.
Porque la ecuación es muy simple: los tranzas les venden paco a los pibes con el fin de hacer su negocio. La policía se aprovecha de la vulnerabilidad de estos chicos y los manda a robar, les libera zonas, mientras que los jóvenes están completamente descerebrados en esa situación de adicción. Cuando Marcelo quiso dejar el vicio, los tranzas lo mataron porque veían una fuente de ingreso menos y la policía los encubrió por ser una persona con un testimonio mucho más que peligroso para la integridad de su vil sistema de asesinato.
Y es así en todas las villas. A los pibes los descerebran, los someten a robar, y cuando ya no les son útiles, la policía conlleva un plan de asesinato conjunto con el dealer para que, sin dar aviso a las familias, envíen a los cadáveres de los pibes a la morgue y los entierren como desconocidos, escondiendo toda evidencia de tortura y maltrato.
Entonces, me pregunto yo, ¿cómo pretendemos hablar de bajar la edad de encarcelación antes de plantearnos la "seguridad" que tenemos? ¿Cómo podemos culpar al pibe que sale a afanar por inconsciencia y psicológicamente sometido, sin fijarnos en dónde empieza la cadena de responsabilidades?.
Estos pibes merecen atención, merecen que el Estado los haga sentir parte como nunca pretendieron hacerlo en toda su vida. Merecen inclusión, tratamiento en centros de rehabilitación verdaderamente efectivos, contención a las familias que pasan por estas situaciones.
Pero, antes de todo esto, nosotros como sociedad, debemos replantearnos el rol que cumple la policía en nuestros barrios. Y no dejar que pibes como Luciano, Marcelo y tantos más, caigan en manos de esta mafia perversa.
@Incredulas - 13/11/14
Muy buen post!!! está bueno de vez en cuando salir de la amistad, el amor y otros sentimientos para proponer a los demás sus propios pensamientos sobre el mundo actual. Me gusta conocer sus opiniones, comparto muchas cosas y creo que es una buena forma de no ser ignorantes y saber que es lo que está pasando
ResponderEliminarCuando digo que son la humildad en persona, no me equivoco!! Tiene razón la piba de arriba, no seamos tan ignorantes
ResponderEliminarSin Luciano Arruga no hay nunca mas! JUSTICIA PARA TODOS ESTOS PIBES!
ResponderEliminarSé que este post es muy viejo, pero recién hoy tuve la oportunidad de leerlo y si bien coincido en que es muy importante ser partícipe de todo esto, para no ser ignorantes y aunque quizá sea cierto todas y cada unas de las palabras que escríbis creo que tenes que pensar que lo que vos decis repercute en las adolescentes y sos un referente de llasmismas, entonces no podes dar una declaración casi segura de semejante indole. Podes conocer testimonios pero no tenes la seguridad de afirmar lo que hace o no la policia.
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