jueves, 25 de septiembre de 2014

Mi cabeza es un revólver

No sé por qué después de haber estacionado el auto tuve que detenerme a mirar el asiento del acompañante. Quizá debe ser porque hoy sentí en carne propia, una vez más, la presencia de la distancia y de cómo los caminos se bifurcan. Hoy te tuve cerca y a la vez estuviste tan lejos...¿Cómo puede ser posible que la gente que te enseña a crecer pase a ser, de un momento para el otro, uno de esos adornos lindos en el estante que no queremos sacar pero que siempre están cubiertos por el polvo del descuido? Hoy tuve que mirar el asiento del acompañante porque alguna vez fue tuyo. Y en esos precisos momentos en los que fuiste protagonista, me dijiste un montón de cosas que yo no supe interpretar, y me da bronca. Qué ganas de haberte entendido en ese momento. ¡Cómo me hubiera gustado ser un poco más viva y haberte ofrecido una mano que verdaderamente te sostenga! Siempre fui sincera con vos...Quizá de una manera inmensamente ingenua, infantil, pero que te bancó hasta donde pudo...Con la paranoia como estandarte me mostrabas tu fragilidad. Y encima me pedías perdón, incluso en esos momentos en donde nuestras debilidades se van al carajo y todo lo que queremos es ser omnipotentes y romper paredes con el bocho, y enseñarle al mundo que las leyes las hacemos nosotros, porque nosotros somos dueños de nuestra vida y al fin al cabo nacemos solos y morimos solos, y al carajo la filosofía y el discurso parental de la moral y decencia. Esos momentos en los que se aspira materia porque la forma está acurrucada en un rincón, preguntándose cómo sigo, por qué me tuvo que pasar a mí, hasta cuándo voy a seguir de este modo, qué debo hacer para no gritar y perder la cordura.
A veces extraño tu voz. Y extraño tu risa, sobre todo tu risa. Nunca escuché en mi vida una risa como la tuya, esa risa que alguna vez supo invadir una mesa entera de Coca-Cola derramada a propósito por las carcajadas de dos adolescentes. Una diversión sana...Pelotudísima pero sana. 
Hoy por hoy puedo decir, después de un largo largo proceso de aceptación, que no soy partidaria de querer volver el tiempo atrás, pero por vos sí lo haría. Por vos me haría ama y señora de las agujas del reloj y trataría de imantar mejor tu brújula, de ser una marinera en el barco de tu desconsuelo y tratar con mucha garra y energía de indicarte el camino que yo considero mejor para tu felicidad, para tu auto aceptación, para recordarte que, lamentablemente, aunque tus caprichitos hagan una manifestación, la vida no es color de rosa, y a veces hay que sacar ganas de hasta donde nunca nos imaginábamos que lo haríamos para superar algún que otro obstáculo. Pero vos supiste ser fanático de la resolución inmediata, sin importar cómo, y te olvidaste que la inmediatez no siempre resulta beneficiosa, pero ya pasó. 
Lo único que espero es que sigas sonriendo, por más que ya haya pasado mucho tiempo desde la última vez que escuché tus carcajadas mágicas. 
No pierdas la sonrisa, la espontaneidad, la forma en que jugás con la musicalidad de tu voz y la calle que supiste ganar, por más que esté en desacuerdo con algún par de cuestiones bastante caretitas.
A la distancia, desde mi cuarto, melancólica y con los párpados pesados te digo que te quiero, que a veces te extraño, que hoy el asiento del acompañante de mi auto se acordó de vos y me señaló tus huellas. 
Es difícil no usar nuestra cabeza como un revólver. Pero, paradójicamente, es mucho más difícil y el triple de satisfactorio mirar el paisaje y seguir, queriendo ser libre, encontrando nuestro lado salvaje, haciéndonos cargo de él quedándonos toda la noche en la arena, intentando que tu historia, tu sonrisa y tus escalofríos valgan la pena...Si no, que no haya nada entonces.


@Incredulas - 25/09/14

5 comentarios:

  1. Terrible post, me encanto! Felicitaciones a la que lo haya escrito, excelente en todo sentido

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  2. El post dicee la verdad!!!

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  3. AME este post, felicito a quien lo escribió, completamente hermoso!!

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