jueves, 11 de febrero de 2016

El duelo

Para mucha gente, en realidad para una gran mayoría, el hablar de nuestra infancia, nos genera una sonrisa en la cara, y pese a la contrariedad de no poseer una nítida lista de recuerdos de esta etapa porque éramos muy chiquitos, es quizá de las más sinceras sonrisas que emana de nuestro ser. Y digo lo de la contrariedad porque, aunque es muy linda etapa, sólo tenemos recuerdos selectos porque ya pasó tiempo, y la mayoría de las veces esos recuerdos son lindos, ya que cuando somos chicos vivimos en una burbuja protectora, los adultos tratan de cuidarnos y alejarnos de todo dolor, pero no siempre es posible. El duelo es algo con lo que aprendemos a vivir desde pequeños.
¿Qué pasa cuando tenés un amigo peludo y de cuatro patas que compartió tus aventuras? Una mascota es más que eso. Lo aprendiste a ver como otro miembro de tu familia, pero, ¿cómo lidiar de chiquitos la partida de que se vaya?
Cuando tenemos la dicha de crecer en una familia feliz y acompañados de estos cómplices incondicionales, vemos diferente el tema del último adiós aunque duele como nada, y es la primera vez que sentimos un desprendimiento tan fuerte, es la primera cicatriz del corazón, como dije líneas arriba, los grandes se encargaban de hacer las cosas más llevaderas y nos mostraron el camino a la sanación, a lo que ahora le llamamos duelo.
Ahora que lo analizo, creo lo que más extraño de mi yo chiquita es esa capacidad de reír en la tristeza y de seguir corriendo tras una fuerte caída. Deberíamos conservar esa habilidad por siempre.
Cuando somos niños no tenemos apegos, no es que no sepamos amar, pues en ese ejemplo de la mascota, llegamos a sentir que nos cortan un brazo por el dolor de su partida, pero nos levantamos y seguimos jugando. Ahora no es así.
Cualquier tipo de pérdida requiere cierto tiempo de duelo y tiempo que dedicamos a llorar, a sufrir, a recordar eso que tuvimos y ya se fue. No hay un tiempo determinado para poder dejar ir, cada persona libra su duelo como mejor puede, nadie sabe el dolor que cada corazón carga.
Si algo aprendí de la vida es que es una carrera en donde, sin importar el paso del trote, siempre se llega a la meta Lo único seguro en la vida es precisamente esa meta: la muerte. No vale la pena desgastarnos en preguntarnos el por qué ese ser amado corrió tan rápido, porqué no nos espero para llegar juntos a la meta.
Aprendí que aunque duele y el recuerdo a veces haga rodar lágrimas, son lágrimas de vida, ya que nadie muere mientras siga vivo en tu mente.


@Incredulas - 11/02/16

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