lunes, 20 de marzo de 2017

La chica del colectivo

No te creo si me decís que nunca lloraste sola en el colectivo mientras ibas escuchado una canción que te hacía viajar al pasado, a ese momento que te trae uno mil recuerdos. No estoy segura de la primera vez que me pasó, pero só de la última. 
Era una tarde nublada justo en el final invierno y llena de humedad, supongo que llovió ese día. Yo viajaba en el 126 negro con destino al club que solía ir en ese tiempo, sentada del lado de la ventanilla.
Como suele pasar cuando viajás en colectivo, se sentó junto a mí una chica que (supongo) era de mi edad. No sé si tenía ganas de hablar o me vio un poco triste tal vez; ni ella estaba segura de por qué lo hacía pero me saludó con una cálida sonrisa. La miré unos segundos y en lo único que pensé fue en sus hermosos ojos color miel. Cuando volví al mundo, la saludé y le pregunté si la conocía, a lo que me respondió que no.
La miré durante unos minutos. Era rubia y no medía más de un metro setenta. Tenía puesta una camisa a cuadros arremangada y un jean un poco rotos como se usan ahora, y no llegué a mirarle las zapatillas.  Me di cuenta que tenía un tatuaje en el brazo justo cuando termina el codo. 
- Tu tatuaje, ¿qué es?
- Mi nombre es Gavina. Mi tatuaje es un Ave Fénix.- respondió.
- ¿Y eso qué..? Perdón. Nada, dejá, ni te conozco como para preguntarte.
- El Fénix es como un águila que es capaz de renacer de sus propias cenizas.
- ¿En serio? Me gusta, es muy lindo.- le dije.
- ¿Siempre hablás con la gente en los colectivos?- me preguntó.
- No, nunca. ¿Y vos siempre saludás a los extraños?
- No... 
- ¿Te puedo preguntar por qué te hiciste ese tatuaje?
- Porque creo que después de un fracaso o en ese momento en el que estamos en la ruina y no creemos poder salir, justo ahí es cuando volvemos a intentar y a veces hasta lograr lo que antes no pudimos, tal como hace el Fénix, que está en su peor momento pero vuelve a nacer de sus derrotas.
- Me tengo que bajar, espero volver a verte. Chau.
Nunca hubiera hablado con esa chica pero había algo en ella que me parecía muy interesante. Quedé aturdida y pensando mucho en el significado del tatuaje. 
La vida es como una pileta: te tirás sin saber qué tan profunda puede ser, pero cuando llegás al fondo y tus pies tocan el piso, te impulsas con él para poder salir hacia la superficie.
Creo que ella prefirió tatuarse esa ave antes que una pileta, pero entendí su metáfora.
Pensado, unas lágrimas se me cayeron y recordé de repente que nunca le había dicho mi nombre y que ella para mí había sido Gavina y yo para ella era tan sólo la chica del colectivo.

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