jueves, 27 de marzo de 2014

Sin prejuicios

Ya estoy cansada de la desconfianza. 
¿Qué es lo que te hace creer que un lugar con luces estrambóticas y gente bamboleada no te haga conocer al amor de tu vida? Yo conozco los excesos. Conozco los ojos para atrás, la mirada perdida, los pasos que no sincronizan y una canción que te invita a ver "más abajo del ombligo", pero me duele ver tanta gente perdiendo más de una oportunidad. 
Reconozco con total aceptación el hecho de que más de una vez me sienta sapo de otro pozo. Siempre digo que tendría que andar en carreta y que preferiría comunicarme con mis allegados con cartas escritas con tinta y pluma, y no con una simple combinación del sistema binario. Pero es la que me tocó vivir, y mal que me pese el hombre es un animal de aceptación.
Lo único que digo es que lo único que espero es que si llego a encontrar al amor de mi vida, que este no se preocupe por cuánto gano a fin de mes, que no se fije en mis zapatillas ni en la ropa que uso, que no me prejuzgue por el barrio en el que vivo, que no me mire mal por cada tanto tener ganas de fumarme un cigarrillo de relleno diferente, que no se preocupe por mi pasado turbulento, que no necesite prohibirme ciertos vicios y placeres para sentir que soy plenamente suya.
Yo quiero que se queden con lo que no se ve a simple vista. Un reggaeton y pasos de baile bonitos no hablan de mí. Una vestimenta de minita solamente para ir a bailar no indican lo histérica y sacada que parezco ser. Un grupo de amigas fiel y leal no indican que van a llenarme la cabeza en contra de nadie, sino que hacen todo por verme feliz. Soy más que esto. Soy mucho más que esto...
¿Encontraré a esa persona? Espero que sí, y la borrachera me da la diestra. Más no puedo pedir. Por lo menos no en este lugar, donde sólo la gente viene a apostar suerte en un amor que durará lo que dura un estornudo.

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