jueves, 22 de diciembre de 2016

La culpa fue mía

Me resulta tan difícil no pensarte, no extrañarte, no añorarte, no necesitarte, no buscarte...
La realidad es que fuiste un buen amor, nos costó ser felices y al final nos cansamos, pero fue inevitable no acostumbrarme a vos, a tu compañía, a no volver sola a casa, a los mensajes a la madrugada, a que estuvieras conmigo y me hicieras reír.
¿Sabías que no sé si todavía te amo? Pero me duele que no estés acá, me angustia el hecho de enfrentarme al mundo sola, sin tus cuidados, sin tus celos, sin tus abrazos.
Me gustaba recostar mi cabeza en tu hombro, olvidarme del mundo, de mis problemas, de mis dudas pasajeras...
Me encantaba mirar tus ojos dulces, recorrer con mi dedo el contorno de tus labios, tocarlos, morderlos y besarlos.
Sé que fui yo la que dijo adiós, que fui egoísta, que pensé sólo en mí, pero el tiempo y la vida me enseñaron que es necesario valorar a las personas cuando las tenés y no cuando ya las perdiste. Fui tonta y te perdí, te dejé ir. Creí que necesitaba un tiempo para salir y vivir.
Hoy sé que la vida no es eso, no es sólo reír y divertirse, también es trabajo y esfuerzo, conservar buenas personas y atesorar momentos que no se van a volver a repetir.
Después de perderte entendí que el verdadero amor se construye en las pequeñas cosas.
Sé que es tarde, que ya decidiste, que seguiste tu vida sin mí, y yo tengo la culpa porque te fallé. No valoré tus abrazos, tu sonrisa sincera ni tus consejos cotidianos.
Es tarde, lo sé, no me atrevo a pedirte volver, no me queda más que asumir la culpa y sentir melancolía al recordarte.

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