martes, 2 de mayo de 2017

Florencia

Florencia cursó conmigo toda la secundaria. En uno de esos cinco años, nos llevábamos bárbaro, al principio, hasta segundo o tercero más o menos, que fue la época en que todos empezamos a desarrollarnos y a formar el cuerpo.
Ella solía ser bastante tranquila, perfil bajo, pasaba desapercibida la mayoría de las veces y tenía una impronta bastante bizarra. Yo, en contraposición, era un bardo. Gritona, machona, peleadora, ruidosa, contestataria. Solía llamar la atención con facilidad. No éramos el agua y el aceite, pero había diferencias. 
Alrededor de los quince años, las dos desarrollamos. Las dos y todas las demás, sólo que ahora estoy hablando de ella. Y no me fue difícil notar que Florencia empezó a soltarse y pegó un cuerpazo terrible. De esos lomos que veías en la Revista Gente, eh. Provocando, obvio, con eso llamar la atención. La mina empezó a gustarle a los pibes. A los de nuestra misma edad y a los más grandes. Y se ve que a mí, que era una pendeja, en el fondo eso empezó a molestarme. Y me puse competitiva. Y, según puedo analizar hoy, bastante pelotuda. Y la agarré de punto. Ella no me había hecho nada. Nunca me hizo nada. Hoy, más grande, me doy cuenta de que yo a la mina la maté a bullying por inseguridad propia y envidia inconsciente, supongo. Con boludeces, pero que en esa edad te queman, te hacen sentir mal y vulnerable delante de tus demás compañeros.
A lo que voy con esta intro, es a que los que hacen bullying por lo general (y no digo todo, por no parecer totalitaria) son unos imbéciles. El que bardea así, de esa forma, lo hace enroscado por sus propios mambos e inseguridades. En mi caso, me motivó la envidia que se ve que sentí entonces por semejantes curvas y porque a veces su centro y su racionalidad para enfrentar algunas cuestiones, dejaban ante otros muy de manifiesto que yo no tenía esa serenidad para afrontarlas, que yo era muy visceral y que además estaba mal de la cabeza, porque claro, eso también. Mis formas jamás fueron muy didácticas, estructuradas o protocolares. Y eso a veces me salvó y otras me jugó completamente en contra.
Lo que quiero transmitir es que para mí el bullying viene en realidad desde la admiración no asimilada en algún punto. Uno busca lastimar porque se siente menos que el otro en algún aspecto. O por lo menos ese fue mi caso con Florencia. Mi experiencia. Y, bueno, yo soy autorreferencial. Yo a ella la mataba, porque se ve que sentía que me desplazaba en mi rol. Otros lo hacen porque son miserables con vidas de porquería y en el único ámbito en el que pueden ser "capos" es en ese. En lo que sí me parece que coincidimos todos, es que ninguno es consciente en ese momento del daño que causa al otro. O el daño que nos causan cuando nos hacen bullying a nosotros. Porque, claramente, salvo que seamos todos psicópatas, si hubiera una verdadera conciencia, no lo haríamos ni nos lo harían.
Desenlace: sí. Hay desenlace. Hace unos meses la vi a Florencia. Muchos años después. Hicimos una reunión de secundaria y fuimos tres. Sí. Era bastante particular la gente de mi curso. Yo tenía una vergüenza, porque más grande y consciente me sentí mal. Y pensé "¿con qué cara la miro a esta mina si va?" pero todo fluyó. Me sentí muy bien. Ella, más madura que yo, obvio, como siempre, le puso toda la onda. Y otra vez, sólo con su proceder, me enseñó cosas de la vida. No la tengo en Facebook. Tiene pero no lo usa. Esto lo escribo para que quede inmortalizado. Es más para mí que para ella o para los que lean. Pero me gustaría que, así como yo descubrí esto, ella, y todas las demás Florencias, algún día pueda saber también que yo jamás la odié, que lo único que sentía por ella era admiración y envidia.
Ojalá cuando leas esto vos, puedas ponerte en los zapatos de alguna de las dos partes, reflexionar y actuar en consecuencia. En mi caso de todo eso surgió este texto. Vos hacé lo que te pinte. Pero si sabes que causaste un daño, fijate si podés repararlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario