viernes, 5 de enero de 2018

Cuando te piden perdón

Piden perdón. Otra vez, después de hacer lo que ya hicieron una vez. Y lo dejás pasar porque así te enseñaron, porque así sos, porque no sabés decir que no, porque no te sale no perdonar, porque te liberás de algo que obviamente te incomodaba más a vos que a la persona que te lastimó. Pero el dolor sigue ahí, porque te piden perdón una, dos, mil veces, pero después vuelven a cometer el mismo error, y todo sigue intacto, como una pared rota que cubrís con papel que parece que ya arreglaste, pero que si rasqueteás sigue igual de destrozada que antes, pero te empeñás en tapar el agujero y le ponés papel, uno sobre otro para que no se note, para que todos vean que la pared está intacta, que nadie la rasgó, que nadie la rompió, que es dura y no pueden con ella. Y ahí es cuando creás un caparazón que impide que la realidad quede a la vista. Pero no entendemos que para arreglar una pared hay que tomarse un tiempo, tener delicadeza y esperar, despacio, primero lijar y sacar lo malo, después construir poco a poco lo que se rompió para por fin pintarla y dejarla como antes.
Todo lo mismo que les conté antes pasa con nosotros. ¿De qué sirve aparentar que estamos bien y que nada nos duele cuando por dentro nos caemos a pedazos?
Lloremos, gritemos, pidamos ayuda, no nos hace más débiles, al contrario, para ser fuertes tenemos que caernos, tocar fondo, pelear por salir, y no fingir que somos invencibles. 
Eliminá lo tóxico de tu vida, quedate con la gente que te mire como si fueses magia, porque sos magia. Y la próxima vez que te pidan perdón, si no es con el corazón, si ya te lastimaron más de una vez, perdoná, pero que esa persona salga de tu vida porque así vas a estar mejor.

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