jueves, 20 de julio de 2017

Hannah Montana

Cuando era chica era muy fan de Disney, y deseaba tener una mejor amiga. Particularmente quería una amistad como la de Miley y Lily de Hannah Montana. A simple vista se podía ver lo leales, generosas y buenas amigas que eran ambas, pero aunque lo deseaba con todo mi corazón nunca me había pasado, y llegué a sentir que eso sólo pasaba en las series de Disney... hasta que la conocí a ella.
La vi por primera vez en hockey y a simple vista se podía saber lo buena y dulce que era, porque se mostraba así con todos. Fuimos conociéndonos y nos hicimos amigas, pero por cosas de la vida nos dejamos de hablar un tiempo. En ese momento no nos dimos mucha bola, porque ambas dejamos hockey y no teníamos cómo comunicarnos, así que cada una siguió en la suya. 
Con el pasar de los años, a mis quince y a sus catorce, el destino nos volvió a cruzar. Yo daba clases de guitarra y ella iba hacía poco. Nos cruzamos en un ensayo general y sorprendidas nos saludamos muy bien. Pegué tanta onda con sus amigas que con el pasar del tiempo terminamos siendo un grupo de cinco chicas. Ellas venían juntas hacía rato, eran un año más chicas que yo pero ni se notaba. Con todas me llevé muy bien, pero Rosario era especial.
Empezamos a salir y a tener nuestras primeras aventuras de adolescentes las cinco juntas, pero a las que más les gustaba salir y hacer cosas diferentes era a Ro y a mí. 
Desde el momento uno tuvimos una conexión increíble y con el tiempo nos volvimos inseparables, tanto que cuando no estábamos en el colegio estábamos en el gimnasio juntas, en su casa, en lo de mi abuela o en la mía. Hacíamos todo juntas, nuestras amigas ya sabían que si le decían algo a una, la otra se enteraría al instante porque compartíamos todo. La decisión que tomara ella, la tomaba yo también y viceversa. Por ejemplo: si ella no quería salir, y prefería quedarse tomando algo tranqui, yo me quedaba con ella. O si yo no me sentía cómoda yendo a un lugar sola, ella venía conmigo sin importar dónde o con quién. Miles de veces me la tuve que llevar de un lugar por quebrar, y ella a mí lo mismo. Pero sabíamos que si salíamos con la otra estábamos seguras, porque nunca nos dejábamos solas. De verdad sentía que había logrado tener una amistad como las que existen en las series. Peleas había, como siempre, más en la adolescencia, cuando todas teníamos los sentimientos muy a flor de piel y nos afectaba mucho todo, pero jamás pudimos durar peleadas más de un día, porque nos juntábamos a charlar sobre lo que había pasado y, sea ella o yo la que se había enojado, nos teníamos que perdonar porque no aguantábamos. Teníamos algo tan fuerte que con mirarnos sabíamos lo que le pasaba a la otra. Nunca hicieron falta palabras para entendernos, porque estábamos tan conectadas que sentíamos lo que la otra sentía. 
En 2014 yo terminé el colegio y me quedaba una materia, por ende no podía arrancar la facultad. 2015 un año duro, ya que en febrero del mismo había fallecido su madre, fue cuando más me pegué a ella. Si bien seguía yendo al colegio, salíamos de jueves a domingo y siempre nos quedábamos en su casa o en la mía. A veces, hasta dejábamos de irnos con pibes por estar más tiempo conteniendo a la otra, sobre todo en noches de borrachera. Terminando ese año hermoso y triste a la vez, en diciembre me dijo que se ibaa a estudiar afuera. Si bien no quedaba tan lejos, yo por dentro me moría. Siempre la apoyé en todo, pero lo que sentí cuando me lo dijo no tiene descripción. Por suerte ese año yo arrancaba la facultad, y me ayudaba a distraerme un poco. Los primeros dos o tres meses nos llevamos muy mal, casi no nos hablábamos, pero con el paso del tiempo entendimos que sucedió así porque ambas estábamos tan tristes por tenernos lejos, que fue como un modo de protección. 
En vacaciones de invierno de 2016 ya nos amigamos y nos vimos mucho, tanto que cuando me dijo que se volvía a ir se me volvió a romper el corazón. No quería tenerla lejos tanto tiempo de nuevo, pero entendía que era lo mejor para ella. 
Este verano fue uno de los mejores, nos volvimos a ver las cinco chicas que nos hicimos tan amigas con quince años pero ahora ya teníamos un año de facultad, una de ellas está embarazada y ninguna era la misma... Sin embargo nuestra amistad sigue intacta.
Me duele mucho saber que Rosario está lejos y, de vez en cuando, por ejemplo hoy, me agarra la nostalgia y lloro mucho. No le puedo escribir a ella, porque sé que se pone mal y quiere volver, no es la idea porque su futuro está en juego. Con cosas como estas, me doy cuenta que la vida te da mucho, y te hace conocer a personas increíbles, aunque la decisión sobre quién se queda y quién no está en nosotros. Yo estoy muy contenta por hacer que ella se quede en mi vida, porque ya no somos las adolescentes que vivían borrachas y se acompañaban en todo. Pero sí somos las universitarias que por más lejos que estén no se olvidan de la otra, porque tenemos algo especial y la distancia no es impedimento para este amor de hermanas inseparables. Siempre le dije que éramos como el sol y la luna, porque se complementan y juntos son un equilibrio perfecto. Hoy estoy más segura de eso que nunca, y quiero cerrar con una frase de una canción de Hannah Montana que me pareció perfecto para la ocasión: "We might be apart but I hope you always know You’ll be with me wherever I go".

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