lunes, 30 de enero de 2017

Morir un lunes

", pero quién nos curará del fuego sordo, del fuego sin color que corre al anochecer por la rue de Huchette, saliendo de los portales carcomidos, de los parvos zaguanes, del fuego sin imagen que lame las piedras y acecha en los vanos de las puertas, cómo haremos para lavarnos de su quemadura dulce que prosigue, que se aposenta para durar aliada al tiempo y al recuerdo, a las sustancias pegajosas que nos retienen de este lado, y que nos arderá dulcemente hasta calcinarlos" - Julio Cortázar.
Nací un lunes, y cada lunes, muero. Pertenezco a ese grupo selecto de gente de odiadores seriales de lunes. Qué día más exigente. No sé bien qué pretende, nunca pude entenderlo, pero pienso que su intención debe tener que ver con el inicio de algo. El problema es que no me gusta iniciar siempre, cada lunes, comenzar.
Hoy es lunes, y estoy fumando un cigarrillo en la ventana de mi cuarto mientras el viento devuelve el humo hacia el interior de la habitación impregnándolo todo. Al pedo. Al pedo me apoyo en el marco de la ventana e intento fumar afuera. Al pedo es lunes.
Suelo, tan fácil, sucumbir en planificar todo hasta su final, que cuando de repente me invade una conclusión no calculada y me obliga a iniciar sin maqueta previa, fallezco. Me desvanezco en el intento.
Este es el estado de las cosas hoy por hoy: tengo un pijama, tengo cigarrillos y una habitación cerrada y llena de humo. No quiero comenzar.
Él no entró a mi vida por los ojos. No me gustaron sus manos, ni su boca ni sus orejas siempre frías, hasta que lo vi por primera o segunda vez, mucho tiempo después de haberse transformado en el motivo exclusivo por el cual saltaba de la cama cada mañana.
Sí, claro, era apenas una niña, pero el amor me invadió siempre con la misma intensidad a medida que pasaron los años.
Lo primero fue coincidir en un momento y en un lugar de nuestras vidas que permitía todo: creer, soñar, experimentar, dejar atrás, volar. Por eso nuestras charlas, posibilitadas por el mundo cibernético, se extendían durante días, apenas interrumpidas para dormir, cuando queríamos. No siempre queríamos descansar de todo eso.
Luego fue la emoción del encuentro cuerpo a cuerpo, del primero de ellos. La adrenalina contenida en la garganta, las malditas "mariposas en la panza" produciendo estragos en los nervios. El temor latente de no gustarle lo suficiente, pero todo salía bien, nos saludábamos tímidamente con un beso en la mejilla, ya sabíamos casi todo el uno del otro así que comenzar a hablar nunca fue difícil. 
De repente, sin darnos cuenta, estábamos cerca, tan cerca que podíamos respirarnos. Y la tensión subía, y el beso se atolondraba deprisa, y el tiempo no alcanzaba para besarnos tanto.
La urgencia pasaba al primer plano, como si ese beso hubiera encendido los motores de una pasión contenida e irremediable. Queríamos vernos todo el tiempo. Ahora sí los ojos y el tacto predominaban frente al resto de los sentidos. Se volvía insoportable la espera, y al momento del encuentro tampoco alcanzaba la cercanía. Pretendíamos la fusión.
Tiempo. Por ese entonces, yo creía que el amor era quererse. No bastaba más que el simple hecho de que dos personas se quisieran mutuamente, para que el amor se consume. Lo llamaba magia, química, piel. No entendía nada, vivía en un mundo de colores, velas, canciones, sexo con amor y detalles.
Pero el tiempo pasó y la pasión se acomodó en el sillón de dos cuerpos, desde allí miró cómo la cotidianidad nos enseñaba, poco a poco, quiénes eramos. A él le gustaba la poesía dulce, tomar mate hasta lavarlo, bañarse siempre de noche, estudiar durante horas con algún break para fumar, preguntarse sobre todo, excepto por su padre. Jugar al fútbol con sus amigos, adivinar qué estaba pensando cuando lo miraba embobada. A mí me gustaba él, comer con él, dormir con él, charlar con él, coger con él. El resto de las cosas me resultaban prescindibles.
Así fui construyendo una realidad paralela en la que era feliz: él y yo, yo y él, un gran equipo. Duró lo que dura una ficción, digamos...lo que uno quiera. En este caso, fueron dos años y monedas de un peso.
Llegó el momento en el que no pude diferenciar qué amaba más, si a él, el real, o la imagen que durante el fantástico primer momento del amor, había creado de él. El velo cayó y no tardé mucho en empezarme a quejar: no me llama para ver qué hice hoy, no nos vemos tan seguido, siempre prefiere hacer algo con los amigos en lugar que conmigo, no toma mis problemas como algo importante, se duerme rapidísimo, el sexo no es como antes, se la pasa con el celular, nunca me invita a salir y etcéteras.
Cada una de mis excesivas y constantes demandas chocaban contra una pared de teflón, resbalaban hasta el piso, y de nuevo ante mis pies; lo cual volvía a dar cuerda a una máquina imposible de parar: la de la demanda de amor.
Hay quienes dirán que eso no es amor, pero la verdad es que al nivel de la demanda cualquier cosa puede ser símbolo de amor, aunque diste mucho del acto de amar. El problema no es catalogar si es o no es, sino caer en cuenta de lo insaciable del pedido.
¿Cuándo uno cree que recibió el amor suficiente, que no necesita más, que ya está bien? "El-amor-suficiente", hay algo que no cuadra en esa frase. En medio de una dialéctica de dos, siempre hay algo que no basta...¿no?
Las respuestas ante la insatisfacción llegaron más rápido que la mismísima pregunta: ya no me ama, ya no le gusto, no siente por mí lo mismo que antes. Sinceramente no recuerdo que algo en el vínculo entre los dos haya cambiado tanto como para afirmar convencida cada una de esas alternativas; pero poco importaba, la rueda corría y lo único certero es que no había gesto que bastase.
Un día, me dejó. Y en medio de una discusión donde nada más quedaba por discutir, me encontré aferrándome a esa ilusión descompaginada en la que se había transformado, mezcla de él, de todo aquello que esperé, de todo aquello que me dio intentando dar con ello que pedí... 
¿Qué carajo? En el mismísimo instante en el que cerré la puerta detrás de él, me di cuenta de qué amaba realmente, diferente de lo que necesitaba de él: viajar en tren, preguntarle cualquier estupidez y buscar juntos la respuesta, verlo dormir como quien nació para ello, lograr que disfrute caminar descalzo, comer en la cama, hacer el amor en la bañera, acostarme en su pecho, su olor inconfundible, su estrés para con todo, su abrazo, su enojo absurdo, su voz, cuando me di cuenta cuánto amaba su voz, creí que iba a morirme si ya nunca volvería a oírlaJamás volví a oír su voz ni a sentir la paz que sólo ella me producía. 
Lo extraño todo el tiempo, aunque ya no lo ame, porque entendí, con su adiós, que amar era el instante en el que él me alojaba en su pecho, me leía "El túnel" y yo fingía que escuchaba el argumento de Sábato, mientras sentía su disfrute simplemente haciéndome dormir y el latido fuerte de su corazón; el resto del tiempo sólo se trataba de sobrevivir al amor suficiente, y un lunes...morimos.

sábado, 28 de enero de 2017

Entrelazados 3ºT - Capítulo 7

Nicolás estaba muerto de risa por haber mojado a Rocío como había pasado otras veces, pero también por el efecto del alcohol en él. La rubia esta vez no se iba a enojar ni insultarlo, de hecho también se rió y se secó como pudo con un par de servilletas.
- Siempre lo mismo con vos.- dijo ella.
- Perdoname, soy el peor.
- No te hagas drama...No sabía que estaban acá.
- Sí.- dijo Nicolás señalando la mesa de los pibes que ya estaban con el resto de las chicas.- Está Santino también.
A Rocío no le importaba en absoluto que Santino estuviera ahí, lo que quería era estar con Nicolás e iba a luchar toda la noche para conseguir su cometido.
- ¿Vamos a sentarnos con ellos?- dijo Nico de manera un poco torpe.- Quiero que se me pase el pedo un poco.
Rocío sonrió y asintió hasta acompañarlo a la mesa donde saludó al resto.

Vera sentía un nudo en el estómago. No sabía por qué era, pero pensó que tal vez fue mala idea no haber salido con las chicas. Chusmeando en Instagram, vio que Celeste subió una historia y era una foto con Bautista, donde puso: "Salimos por separado y nos encontramos igual, ¡te amo!" así que prontamente Vera sacó la conclusión que tanto Nicolás como Rocío estaban ahí. La peor parte era que, después de releer todos los mensajes de texto que Nico le había mandado, se dio cuenta que él estaba totalmente borracho y no confiaba para nada en lo que pudiera pasar.
Mientras manejaba por Panamericana de vuelta a casa, Vera pensó una y otra vez si debía retomar e ir en busca de Nico, pero la verdad era que prefirió confiar en él y relajarse, por mucho que le costara tomar esa decisión.

Todavía estaban las cosas bastante tensas entre ellos. Maca y Pache no se dirigían la palabra, y todos notaban la incomodidad que se originaba cada vez que el otro hablaba, pero nadie hizo comentarios al respecto.
En un momento de la noche y algo borracha, Macarena se levantó y fue al baño. Se miró al espejo, se acomodó el maquillaje, se retocó un poco la ropa que estaba desacomodada e hizo sus necesidades. Se dio cuenta que no la estaba pasando tan bien como esperaba. Esa noche prometía, prometía mucho, pero haberse encontrado a los pibes bajó muchísimo su buena voluntad. Mientras pensaba todo esto, Celeste entró al baño a buscarla.
- ¿Qué hacés acá, Maca? ¡Vamos a bailar! En el piso de abajo están pasando todo cumbia...¿Vamos?
Macarena le negó con la cabeza.
- Dale, eu...- Celeste le levantó la cara agarrándola del mentón.- ¿Te pasa algo? ¿Pache?
Maca seguía aún sin contestarle. 
- Bue...Dale, boluda.- insistió Celes.
- ¿Qué pasa?
- ¡Que yo no salgo nunca! Tengo que estar todos los días de mi vida trabajando y cuidando a Thiago, siempre me duermo a las diez de la noche...Un día que puedo salir, pasarla bien y dármela en la pera tranquila, vos estás mala onda. Sos mi mejor amiga, y quiero que la pasemos bien las dos...Como en los viejos tiempos.
Macarena esbozó una leve sonrisa porque la verdad era que su amiga tenía razón. Hacía tanto que no salían de fiesta juntas y solas...Así que Maca se predispuso a terminar la noche bien arriba.

Cuando nadie los observaba, Nicolás y Rocío se histeriqueaban constantemente. Se relajaron mucho más cuando Santino se fue del bar con una chica, y sin estar él, podían soltarse y hablar un poco más fluidamente. Bailaron juntos, tomaron algo, charlaron de la vida, y Rocío le tiró al morocho algún que otro comentario sobre ellos dos, que Nicolás rápidamente evadió con respeto y altura.
Mientras bailaban, Rocío se acercaba más a él, hasta que Nico la agarró de la cintura y ella le rodeó el cuello con los brazos, acercándose más.

La mirada de Bautista estaba depositada en Rocío y Nicolás. No podía parar de observarlos y pensar en que a él lo iba a matar. Celeste quería bailar con su novio, pero el joven estaba totalmente enfocado en otra cosa.
- ¡Ey!- exclamó Celes.- Dame bola.
- Eh, sí...perdón, amor. Estoy re colgado.
- Sí, ya me di cuenta. ¿Qué mirás?
Bautista hizo un movimiento de cabeza para que Celeste observe a Nicolás y Rocío. Celeste negó con la cabeza, apenada.
- Esta Rocío no aprende más...
- No, no me refiero a eso.- aclaró Bauti.- Rocío no me interesa. Pero si Vera ve esto...Me parece que le voy a tener que contar.
- ¡Ay, Bauti!- Celeste estaba fastidiándose poco a poco.- Dejá que cada uno haga lo que quiera. Vos no te metas.
- No puedo, amor.
Bauti sacó su celular y comenzó a escribirle un WhatsApp a Vera, pero Celeste se lo arrebató de la mano y se lo guardó en el bolsillo.
- Basta, Bautista.
- ¿Qué hacés?- preguntó él, sorprendido por el accionar de su novia.
- Es una noche para nosotros, no para que estés preocupado en cosas de otros. Bah, eso me parece...- Celeste estaba que explotaba de rabia, pero intentó decirle las cosas de buena manera. Bautista no la escuchaba, sólo miraba a Nicolás y Rocío de manera fija pensando cómo hacer para ayudar a Vera.

Lautaro, el gordo Ale y Santino habían iniciado una competencia esa noche. El que estaba con más chicas, ganaba. Al principio comenzó ganando Lautaro, que se chapó a tres en menos de una hora. El gordo Ale tuvo que remar insistentemente pero sólo recibió un cachetazo y una lanzada de Fernet en la cara. Santino superó a Lautaro cuando llegó a chaparse a cinco en total, pero la noche cambió su curso cuando Santino encaró a una chica como cualquier otra y decidieron irse a un lugar más tranquilo, aunque ni sabían su nombre uno del otro.
Por su parte, el gordo Ale se encontró con Lara, la amiga italiana de Rocío y Santino, y se quedó charlando con ella un buen rato. Si bien la joven buscaba a Lautaro constantemente, se empezó a entretener realmente con Alejandro y decidió enfocarse en él esa noche.
Al que mejor le fue esa noche fue a Lautaro. Si bien ahora estaba poniendo una parte de sí con fama de gato y chamuyero, seguía teniendo su costado romántico que conoció durante su noviazgo con Rocío. Charlando con un grupo de chicas, llegó a conocer a Paz.
Tenía el pelo castaño claro, unos ojos verdes brillantes y unas pestañas perfectamente marcadas que resaltaba mucho su mirada. Estaba vestida con un vestido negro ajustado al cuerpo con toda la espalda descubierta, anteojos negros grandes y un sombrero al mejor look Chaplin. Tenía un estilo muy particular y enseguida llamó la atenció de Lautaro.
Paz era divertida y sencilla, pero a la vez un poco tímida. Por momentos, Lautaro tenía que sacarle las palabras de la boca porque ella no hablaba mucho.
Lo que llegó a averiguar era que tenía dieciocho años, estudiaba medicina en la Universidad de Buenos Aires y vivían muy cerca de la casa uno del otro...¡casualidad absoluta! Después de mucho insistir, Paz se animó a pasarle su número de celular a Lautaro, pero pensó que era uno más, como todos los que se acercan a hablarle durante la noche, que luego ninguno le habla, o los que lo hacen no le parecen ni un poco interesantes.

Si bien el que le interesaba era Lautaro, Lara la italiana descubrió en Alejandro a una persona increíblemente divertida y genial. Se entendían perfecto y se rieron mucho juntos. Después de tomar juntos varias cervezas, quedaron en que al otro día por la tarde irían al cine juntos o al parque a caminar, eso aún no lo habían decidido.

¡Le importaba tan poco lo que podrían decir los demás! Rocío se propuso explotar esa noche a la máxima potencia. Hacía años que no estaba soltera, así que quería aprovechar. Obviamente que su noche mejoró un ciento por ciento cuando se cruzó con Nicolás, sobre todo al verlo borracho y totalmente dispuesto a hablar con ella.
- ¿Te vas a casar conmigo alguna vez?- le preguntó Nico con las palabras un poco torcidas y confusas.
- Eso no te lo puedo decir ahora.- contestó Rocío haciéndose la difícil, como siempre, aunque por dentro se moría de ganas de abalanzarse sobre él y besarse de una buena vez.

El celular de Bautista comenzó a sonar mientras él con su novia discutían en un costado del bar. Celeste le recriminaba a Bautista que estaba siendo muy desatento con ella, y Bautista le aclaraba una y otra vez que eso no era así pero que su mejor amiga estaba pasando por un momento particular y él quería ayudarla. Cuando el celular comenzó a hacer ruido, Celeste lo sacó de su bolsillo y vio que era una llamada entrante de Vera.
- Y para no perder la costumbre...
Lo miró fijo a Bauti con el celular en la mano, desafiante.
- ¿La vas a atender?- preguntó Celeste.
Bautista, sin decir una palabra, tomó el celular y atendió.
- Hola.
- Hola, Bau.- dijo Vera del otro lado.- No aguanté más. Estoy entrando al Álamo...¿vos dónde estás?
Y Bautista estaba casi en la entrada, viendo cómo Nicolás y Rocío estaban contra la pared besándose apasionadamente...

Continuará...

viernes, 27 de enero de 2017

Sencillez

Ella se acordaba de ser feliz sólo en verano. Como si la felicidad existiera por temporadas, disponible en localidades exclusivas y hasta agotar stock. Se burlaba de los vagabundos, de los marginados, de los "desviados" sólo para sentirse mejor.
No le importa ser pobre de espíritu mientras haya gente creyendo que la conocen del otro lado de sus pantallas. No le interesa llegar al fondo de su dolor. Mucha gente piensa que ser sencillo es perder el tiempo, cuando la grandeza viene de las personas más simples y humildes...¿Pero a ella qué le importa? ¿Para qué pensar en eso si tiene quinientos likes por foto? ¿De qué sirve detenerse a pensar en el otro si yo ya tengo todos los seguidores en Twitter que quiero? ¡Mirá, encima Lucas le marca favoritos!
Y ella mientras tanto se ríe. Se ríe de los que no tienen tantos likes ni tantos seguidores. Ella sigue riendo. Pero cuando a ella la despidan, no van a haber más de dos personas, mientras que al que nadie le ponía like lo van a recordar con gloria y respeto por siempre, por lo sencillo y buena persona que fue.

lunes, 23 de enero de 2017

Carta a una gran amistad

Un amigo se puede definir de diferentes maneras. Un verdadero amigo no se encuentra donde sea ni como sea, sino que el mejor amigo es aquel que fue una coincidencia. Un verdadero amigo es aquel que demostró que se puede confiar en su persona, que ahí va a estar siempre para cualquier cosa que necesite. Un verdadero amigo es a quien se le puede confiar hasta la propia vida. Un verdadero amigo es quien se comporta como un hermano en los peores y mejores momentos. 
Encontrar una persona con el mismo nivel de locura que uno no es fácil. Se tiene que pasar por muchas cosas para darte cuenta que esa persona es la indicada para compartir tu tiempo, tus risas, tus lagrimas, tus enojos y tus alegrías. Con vos lo encontré todo.
Gracias por estar ahí cuando más te necesité y gracias por seguir a mi lado a pesar de las adversidades. Gracias por demostrarme que las verdaderas amistades aún existen, son escasas, pero aún están ahí esperando a ser encontradas. Yo te encontré a vos y fui afortunada al hacerlo. Sos esa amistad por la que siempre estuve esperando y que ahora tengo que hacer todo lo posible para no perderla jamás; tengo que hacer todo lo posible para yo también estar ahí cuando me necesites; tengo que hacer todo lo posible para seguir manteniendo viva esta relación que contruimos; tengo que hacer todo lo que este en mis manos para tratar de nunca fallarte porque vos nunca lo hiciste.
Debo y quiero agradecerte por todos tus consejos que, a pesar que en ocasiones no son muy agradables o no los llevo a la práctica, sé que puedo confiar en tus palabras porque querés lo mejor para mí y no harías nada para lastimarme. 
Quiero que sepas que nuestra amistad es más grande que cualquier problema e indiferencia y quiero que lo recordemos por siempre porque los problemas siempre van a estar ahí, al acecho, sobre todo porque diferencias siempre van a existir, pero debemos de hacer lo posible para no darles importancia sino que tenemos que hacer lo mejor para que nuestra amistad nunca termine.
Nunca pensé encontrar a una persona que pudiera compartir tantas cosas conmigo, a una persona con la que pudiera confiar a este nivel, a una persona con la que pudiera pasar tanto tiempo a su lado sin enfadarme, sin molestarme, a una persona que estuviera para mí como vos lo estuviste todo este tiempo.
Me siento dichosa por haber encontrado una amistad como la nuestra, por haberme topado con una persona como vos. Gracias por compartir cada locura a mi lado y por compartir tu tiempo y parte de tu vida conmigo. Aún quedan muchas cosas por decir, muchas cosas por recordar y, aún mejor, quedan muchas cosas por vivir y por guardar en el corazón para que algún día sean recordadas.

jueves, 19 de enero de 2017

129 días

Cuatro de la mañana de un jueves cualquiera. 129 días sin vos, y cada segundo que pasa me pesa un poco más tu ausencia.
Estoy empezando a olvidar cómo era tu risa. Sí, esa risa que tanta vida me daba. 
No hay nada peor que perder a alguien, como para encima olvidar lo que más te gustaba de esa persona.
Me encantaría que estuvieras acá y me hicieras sonreír como sólo vos sabías. Hace tanto que no me río...
Me encantaría que estuvieras acá y tengamos una cita el domingo, demos un paseo y terminemos en el mismo lugar de siempre.
No sabés lo que daría por que me rozaras los cachetes con tus manos y que me dijeras que estaba fea, riéndote y dándome un abrazo que me hacía sentir hermosa.
Extraño también que llegues tarde a todos lados, que yo me enoje y vos te esfuerces por hacerme debilitar para que no peleemos.
Extraño con el corazón cada gesto tuyo, cada palabra, cada milímetro de tu cuerpo.
129 días sin vos y todavía recuerdo que era increíble observarte sin que te dieras cuenta, tenías una sonrisa tan preciosa que me sentía intimidada al tenerla cerca. Y hoy me duele no tener esas sensaciones y no sentir lo mismo.
Ojalá volviera a sentir ese miedo de perderte todos los días y no como ahora, que el miedo es el de no volver a tenerte.
Ojalá algún día vuelvas y me digas que me extrañaste tanto como yo a vos, que sienta que valió la pena esperarte, pasarlo mal, porque al final del camino íbamos a estar esperándonos. Pero ya pasaron 129 días, ¿cuánto más tengo que esperar? 
Te necesito como las personas que hace tiempo que no se ven. Y yo hace tiempo que te necesito a mi lado...

lunes, 16 de enero de 2017

Sobre cómo me dejaron

Ya lo sé. 
Mis ojos se ponen vidriosos y al darte cuenta no dejás de pasar saliva por tus labios. Se nota en tu garganta que tratás de tragar las palabras y los sentimientos que se acumulan. Sé que te morís por gritar algunas cuestiones y yo, mientras tanto, finjo no saber qué es lo que querés decir. Espero que no sea lo que pienso.
Aguardo, expectante. Silencio.
Por fin el valor (o la desesperación) se apodera de vos. Hay algo que no te tiene conforme y terminás por decir que la vida te pone en una situación en la que debes de decirme adiós de manera obligada, que no hay más opciones y que te vas a ir de mi vida.
Me mirás a los ojos y me decís que te duele esta situación aunque no se note, pero que aún así no te demostrás débil porque nadie te obligó a tomar esta decisión, pero que a la vez querés lastimarme lo menos posible. ¿Quién te entiende? Y además, otra pregunta...¿Lastimarme? ¡Eso es lo menos que me hacés! Las cosas iban bien y hoy, mágicamente, me decís que te vas de mi vida y con vos te llevás una parte de mi ser, la mejor de todas, esa que me gustaba sentir. Te llevás la mitad de mi corazón, de mi comprensión, de mi entendimiento y del amor que sentí alguna vez. ¿Qué voy a entregar entonces cuando conozca a alguien más?
No importa lo mucho que te duela, la razón por la que decidís irte va a lograr que te olvides del dolor que supuestamente sentís hoy, pero yo me quedo acá, sola. Soy yo la que termina recordándote y estando triste. Como siempre.

viernes, 13 de enero de 2017

Palabras de un día en el que me acordé de vos

Hay días en los que ni me acuerdo de él. En serio, de verdad. Cada vez que no lo pienso, me siento fuerte y llena de confianza, al punto de hacerme creer a mí misma y a la gente que está a mi alrededor lo bien que estoy sin él...
...hasta que alguien lo nombra....
...hasta que escuché nuestra canción en la radio...
...hasta que vi una foto vieja sin querer...
...hasta que mis amigas me cuentan algo suyo...
Y en esos momentos vuelvo a la eterna amargura en la que vivo, donde me doy cuenta de la falta que me hace. Todavía me sigue doliendo, por más que no demuestre cuánto lo extraño o cuánto lo necesito.
Paso muchas noches donde no lo recuerdo, pero tantas otras donde no hago más que añorarlo, preguntándome si alguna vez vamos a volver a estar juntos.
A veces, justo en esos momentos donde lo recuerdo, me pregunto si tan sólo en un segundo de su vida se detiene a pensar en todo lo que hicimos juntos, en lo que él hizo por mí, en lo que yo hice por él...Y sí, ¿viste? Al final él siempre aparece ahí, en algún recuerdo, en algún aroma, en algún lugar al que fuimos, en algún sitio que nos quedó pendiente...Y ahora no me queda más que ir sola.
Espero estar terminando la etapa de duelo que dicen que existe cuando se termina una relación, sin antes seguir preguntándome que nos pasó, por qué tuvo que elegir seguir viviendo su infierno solo en vez de buscar el cielo junto a mí.
No entiendo todavía, después de todo lo que nos dijimos y de todos los planes que teníamos, por qué decidió acabar con todo esto de la noche a la mañana. Pero lo que más me llena de incertidumbre es que, si desde un principio sabías a donde no querías ir, ¿por qué fuiste igual?

martes, 10 de enero de 2017

El deseo de ser feliz

Hace un tiempito estaba reunida con unos amigos y, entre risas y charla, me preguntaron qué creía que necesitaba una persona para ser feliz. A decir verdad, en ese momento me quedé dura, porque hay tantas maneras de responder esa pregunta, que no sabía qué opción usar. Pensé un ratito y le contesté: "para mí lo que necesita una persona para ser feliz es ser sencilla, poder andar libre y liviana por la vida". Todos me miraron, y mi amigo, el que me hizo la pregunta, me dijo que para él la felicidad era mucho más que eso.
Se armó un revuelo importante y terminamos debatiendo a partir de la siguiente hipótesis: si a una persona le cumplís todos los deseos que pida, en el instante en que los pida y sea lo que sea...¿podría ser feliz toda su vida? Obviamente nunca nos pudimos poner de acuerdo, porque se decía de todo un poco. 
Más o menos lo que pasó fue que, de todos los que éramos, sólo hablábamos cuatro. Romi y yo sosteníamos la postura de que no se podía lograr la felicidad toda una vida. Eber y Juan sostenían a muerte que, si te pueden dar cualquier cosa, siempre vas a ser feliz.
La charla terminó cuando les hicimos entender que por más de que se pueda pedir lo que sea y cuando sea, una persona nunca va a ser feliz toda su vida, porque todos somos muy rebuscados y lo que tenemos hoy, cuando ya lo tenemos como parte nuestra, nos aburre y queremos otra cosa...Y así sucesivamente. 
En un momento, uno de los chicos nos dijo que si un deseo fuera la felicidad, lo lograríamos. Para nosotras obviamente no era así en lo más mínimo. Le dijimos que siendo demasiado feliz iba a querer dejar de serlo o se iba a sentir mal sabiendo que eso lo logró por un deseo, y lo mismo pasaría con el amor. 
Bueno, esa fue una charla bastante de locos, porque estábamos debatiendo sobre algo que no va a pasar nunca, ¿no? Pero a lo que quería llegar con esto es a lo poco conformistas que somos todos.
¿Por qué no podemos disfrutar un rato de ser felices? ¿Por qué no vivimos el presente a pleno y nos dejamos de atormentar por el pasado o de pensar en el futuro? ¿Por qué nos cuesta tanto creer que de verdad nos pueden pasar cosas buenas si nos dejamos llevar? ¿Por qué dudamos de nosotros? ¿Por qué nos peleamos a muerte con alguien, sabiendo que todos somos humanos y nos equivocamos? ¿Por qué no aceptamos las diferencias que tenemos con los demás y siempre vivimos comparándonos? 
De verdad que toda esa conversación me movilizó muchísimo, pero además hizo que me dieran ganas. Ganas de vivir, ganas de disfrutar, ganas de ser yo, ganas de ser libre, ganas de caminar a pleno todo lo nuevo y bueno que me está pasando, ganas de tomar las cosas de pasado como experiencias para moverme en el presente, pero sobre todo, ganas de que la felicidad en mi vida no sea sólo un chubasco. 
No quiero que mi felicidad dure un rato y mucho menos quiero ser poco conformista. Quiero poder gritar lo que siento y, sobre todo, quiero saber escuchar lo que sienten los demás. Quiero respetar y que me respeten. Quiero disfrutar a mi familia, a mis amigas y a mi novio sin pensar en lo que puede pasar mañana. Quiero cambiar mi actitud a un ciento por ciento y sé que lo voy a lograr. ¿Vos no tenés ganas de disfrutar más la felicidad y olvidarte del sufrimiento?
Pensá cuánto más feliz serías todos los días si vivieras el presente sin enrroscarte tanto con problemas.

domingo, 8 de enero de 2017

Un poquito de dignidad

No es fácil para nadie soportar el dolor. Todos vivimos alguna ocasión de tristeza, dolor, traición e incluso en algunas ocasiones pudimos sufrir hasta maltrato físico.
No bajes la cabeza ante nadie a pesar de que las lágrimas broten por toda tu cara. No dejes de mantener la cabeza bien en alto, mirá al dolor a los ojos y no importa que vea tus lágrimas, lo que importa es que vea que sos totalmente capaz de seguir adelante, de admitir las derrotas.
Admitir una derrota no es cobardía, al contrario, es de valiente. Es de valiente sacar todo el dolor que llevás adentro, afrontarlo y seguir caminando a pesar de eso. Es de valiente tener que dejar ir algo o a alguien que no te pertenece. Es de valiente seguir adelante y dejar atrás, en el pasado, todo eso que te hizo mal, todo eso que te dejó un hueco en el pecho, todo eso que tantas noches te atormentó y llenó tu rostro con llanto.
Tener dignidad es no dejar que otra persona nos haga más daño del que nos hizo alguna vez. Tener dignidad es dejar de lado todo, incluso el amor, para poder superar todo lo que sintamos dentro de nosotros. Tener dignidad es no permitir la burla, es no dejarnos humillar más sino que es la fuerza que nos permite cambiar de camino, decidir un rumbo nuevo que te puede llevar a un refugio donde nadie podrá lastimarte otra vez.
La dignidad no depende de terceros sino que depende de nosotros mismos. En nuestras manos está la oportunidad de dejar todo por lograr nuestra propia felicidad. En nuestras manos está el momento en el que sabemos cuándo huir y cuándo quedarnos. En nuestras manos se encuentra el reaccionar y hacer lo mejor de nosotros mismos, no dejar entrar la amargura, el odio e incluso la soberbia, sino el mirar hacia delante y seguir caminando para no volver atrás, para olvidar lo que ya sucedió tratando de no guardar ni una sola gota de amargura o venganza en nuestro corazón.
Recordá que nadie va a buscar lo mejor para vos en la vida. Sólo vos podés hacerlo.

miércoles, 4 de enero de 2017

Aquella primera vez...

Hacer el amor es una experiencia que nada tiene que ver con tener sexo. Hacer el amor es entregar el alma además del cuerpo. Hacer el amor es entregar tu confianza y no sólo entregarte al deseo. Hacer el amor es magia, es locura, es por un instante subir al cielo.
Estábamos ahí, frente a frente, mis ojos fijos en vos, tu mirada tierna, tus grandes ojos negros recorriendo mi piel.
Fuimos lentamente despojándonos de nuestros nervios. Besé tus ojos, besé tu sonrisa y nos robamos el aliento.
Esa noche entre tus brazos experimenté la magia de mi piel contra tu piel, tu dulzura y tu ternura que cuidó cada detalle para hacerme sentir segura, para hacerme sentir mujer.
Me invitaste a conocer la perfección que existe cuando el amor y la pasión se fusionan, que cuando corazón y cuerpo se conjugan, evolucionan.
Esa noche comprobé que somos química perfecta, entre besos, caricias y más me hiciste adicta a tu piel, me hiciste conocer mi cuerpo, despertaste mis sentidos, despertaste a la mujer que se escondía dentro de mí.
Esa fue la primera noche de muchas noches. Nos regalamos incontables besos, confesamos entre las sábanas incontables sueños...Pero es verdad que muchas veces lo bueno no es eterno, que hay amores que no están destinados a ser para siempre, y así, sin reconocer el paso del tiempo, el amor fue decayendo. Un día descubrimos que la pasión había muerto, sentí que el destino se equivocaba porque pensé que serías vos el único dueño de mi piel, que serías mío, solo mío, ¡pero así es la vida! Y ahora tus besos le pertenecen a otra piel.
No me arrepiento de vos ni lamento haberte dado mi amor y mi cuerpo. Fuiste mi primer amor, mi primera vez, mi primer desencuentro.
Sé que pasaran los años, pero nunca voy a borrar de mi mente ese momento especial que nos regalamos, tus labios dulces, tus caricias, tus besos sabios.
Sé que me voy a enamorar de nuevo, que voy a compartir con alguien más mis desvelos, pero guardaré por siempre nuestra primera noche juntos, la primera vez que toqué el cielo.